Así pues empleé el lunes en ver Girona. Ver unas cuantas
fotos previamente bastó para comprobar que merecía la pena conocer esa ciudad.
Efectivamente, es preciosa. Y muy pequeña: me hizo gracia comprobar que te
puedes recorrer medio mapa (el centro) en 15 minutos. Así que me tomé el día
con calma, dando vueltas.
Cuál fue mi sorpresa cuando, almorzando engloriao pinchos en
un Lizarrán (cosa que me hizo recordar inevitablemente a mi amigo er Papa), escuché a un chaval hablar con
acento andaluz en una mesa cercana. Hay bastantes andaluces allí, por cierto.
No sería nada especial si no fuera porque le escuché decir algo de Jerez.
Resultó ser el ‘Agujetas chico’, un gitano del barrio de San Miguel (de la
familia de los Agujetas, por si no lo hubierais
sospechado). El tío toca la guitarra de vicio. Resulta que compone,
produce, da canciones y colabora con artistas de renombre como El Cigala, La
Niña Pastori o Pitingo.
Total que nos hicimos colegas y estuvimos el resto del día
juntos, nosotros y Jordi, un colega catalán apasionado del flamenco,
dedicado al cante, y que resultó tener una voz prodigiosa. Dos artistas, vaya.
Cenamos en casa del Agujetas, en un lugar perdido en medio
del húmedo bosque que rodea la ciudad y sus afueras. Luego salí un rato con el
Jordi, que se mostró muy amable e interesado en ayudarme. Un tío cojonudo.
Aquí dejo algunas fotos. Comentar que el puente rojo lo hizo
el equipo de Eiffel, según me contaron, y que la ciudad tiene una muralla de 4
km. que ofrece preciosas vistas de la vegetación exterior y de la zona antigua,
catedralaza incluida en el interior. Todo muy cuidado y con mucho encanto, la
verdad. Una chavala sevillana que conocí coincidió conmigo en catalogar a
Girona como 'la Granada catalana'.
Mi escala en Barcelona tuvo el único y claro propósito de
ver al Barça. Por eso fui sin hospedaje y sin nada planificado que ver. Entre
que era la cuarta vez que visitaba la ciudad y que iba solo, me limité a dar un
paseo para matar el tiempo antes de tirar para el Camp Nou.
Uno de los criterios fundamentales a la hora de trazar este
viaje de vuelta a España fue poder pasar por el estadi para volver a ver un
partido, por segunda vez tras presenciar en 2009 el cero a cero ante el Chelsea en 2009,
una semana antes del Iniestazo de Stamford Bridge.
Total, que salí muy contento el martes. El del Bate Borisov
en teoría era un partido inservible pese a ser de Champions: última jornada de
la fase de grupos pero ya clasificados para octavos, a cuatro días del clásico…
Así que, con todo el pescao vendido, Pep puso a los chavales de la cantera, que
hicieron un partidazo para mi disfrute. Bajo el liderazgo de Pedro arriba,
jugaron incluso mejor que los del primer equipo. Y metieron 4 goles. Una
delicia.
Tras el partido seguí matando el tiempo, sin sitio donde dormir,
pasando un poco de fatiga durante toda la madrugada, caminando
alrededor de la estación de Sants, simplemente esperando el primer AVE hacia Zaragoza, tercera escala.
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