Rumkale, un castillo romano a orillas del Éufrates

A la espera de que lleguen mis padres y hermana el domingo, la semana pasada tuvimos la primera visita desde España. Vino Tomás, hermano de Miguel, y aprovechamos la ocasión para visitar varios sitios por la zona.

El viernes fuimos a Rumkale (“castillo romano” en turco). Se trata de una fortaleza natural, amoldada sobre barrancos a los pies del místico río Éufrates (Firat en turco), que sirve de frontera natural entre las comarcas de Gaziantep y Şanlıurfa. Como resultado del trasiego de gente que ha pasado por allí, el sitio ha sido utilizado por distintos pueblos a lo largo de la historia, a partir del siglo XII: asirios, romanos, armenios, mamelucos... y hoy visitado por guiris españoles.


La forma más común y accesible para recorrer aquel entorno es navegando. Nuestro primer destino, vía terrestre, se trata del pueblo de Halfeti, situado en la misma orilla del cañón, donde debíamos coger el barco. Al ser muy árida toda esta zona del país, impresiona ver de repente la cantidad de agua que transcurre bajo aquel barranco.

Mezquita sumergida de la que sólo asoma el minarete
Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. El enorme caudal actual del río no es original sino resultado del plan hidrológico de los últimos gobiernos, que se ha puesto a construir presas y embalses, sin reparo en arrasar pueblos enteros e inundar espacios de gran valor histórico y arqueológico como Zeugma, donde vivió Alejandro Magno y donde se extrajo el material expuesto hoy en un museo en Gaziantep, compuesto esencialmente de mosaicos, incluido el de la mujer gitana, emblema de la ciudad.

Tras el obligado trasbordo de autobús en Birecik, una vez en Halfeti la espera para tomar el barco se hace un poco larga, debido al relajado concepto de “media hora”, “cinco minutos”… que tiene el personal. Sin embargo, lo pasamos bien con la (siempre) amable gente del lugar, chapurreando el turco que sabemos, con conversaciones recurrentes y negociando el precio del pasaje. Es magnífico que te quieran colar 100 liras y, en un minuto, esté la cosa en 10. No es para ofenderse, a menos que con la falta de experiencia te dejes engañar. La ausencia de precio fijo, el regateo y el intento de pegarse un pequeño abuso con los turistas forma parte de esta cultura.

Halfeti
Cuando, finalmente, subimos al barco, coincidimos con una pareja alemana, sositos como ellos solos, y un chavea germano-turco, como Özil. Sin embargo, me llevé un par de datos interesantes: por un lado, estuvimos hablando de que Gaziantep tiene la más importante industria de cuero en el país (discrepo, tengo entendido que sólo textil) y nos contaron que aquí se hicieron los zapatos y demás elementos del mencionado material para películas tan célebres como GladiatorTroya o la saga de Harry Potter.

El otro dato útil que nos dieron propició la expedición del domingo, que he de avanzar que fue muy pero que muy interesante pero lo contaré un poco más adelante. El resto de esta excursión lo pueden describir las fotos. Aquí la galería completa. Un saludo.

Tomás, Miguel y otro señor

Kilis, de domingueros en la frontera con Siria

Ayer quedó oficialmente reanudada la temporada de viajes con una visita en grupo a Kilis, a 60 km., el único lugar medianamente poblado al sur de Gaziantep antes de la frontera con Siria. Sin mucho que ver, fue un viaje para romper la monotonía, para echar el día mientras llegan la primavera y el resto de compañeros.



De nuevo sin problemas con el autostop, en el camino de ida nos recogieron tres simpáticos hombres, aparentemente obreros. El que me tocó al lado, visiblemente bruto y sencillote, con acento cerrado made in Gaziantep, los dientes picados y la ropa polvorienta, no dudó en utilizar mi pierna de posabrazos durante buena parte del camino.
Con Idris y Miguel a los lados y Osman cual fotógrafo
El conductor, que parecía el más letrado, estuvo un buen rato hablando con mi amigo Idris de la situación que vienen viviendo los países de alrededor. Tampoco contó ninguna novedad: "los medios exageran y manipulan". Se refería a la invasión de Irak y a la reciente situación en Siria, países en los que nos contó que había estado.

De todas formas, siempre es bueno escuchar a alguien con pensamiento crítico, algo poco común entre los turcos, bastante indolentes y conmovidos por el pan y circo.

Más allá de la conversación con aquel hombre, dificultada por la barrera idiomática, durante el camino conté dos camiones que transportaban casas prefabricadas, de plástico, casi con toda certeza para refugiados sirios. Ha sido mi única experiencia atribuible al conflicto. Pese a la cercanía de la frontera, en Gaziantep no he advertido nada hasta ahora. Nada de grandes masas de gente que ha salido por patas ni algo por el estilo. Claro, que tampoco leo la prensa local ni me comentan mucho.

Una vez en Kilis, el lugar respondió a las expectativas, según los comentarios e informaciones previos. Un pueblo humilde, de ambiente rural, con muchos chavales en moto, tráfico ilegal de drogas importadas de Siria y poco o ningún interés digamos… arquitectónico.

Tras darnos una vuelta y comprobar que no estábamos precisamente en el lugar más apasionante de Asia menor, intentamos que alguien nos llevara a la frontera, la frontera física, todavía a unos 6 km. Esta vez no tuvimos éxito y empezó a caer la tarde, así que desistimos y decidimos volvernos. A mí me hubiera gustado llegar, a ver si notaba algún ajetreo especial, pero no había ánimos en el resto del grupo. Las colinas en el horizonte debían pertenecer ya a Siria y con eso me contenté.

De vuelta al pueblo de Kilis (aquí el resto de fotos), un último paseo buscando llevarnos algún recuerdo típico. ¿Y qué mejor que una botellita de whisky sirio barato de imitación?

Por cierto, a ver si media ya la “comunidad internacional” y trinca lo que quiera pero que por lo menos se resuelva la situación de represión, se vaya al carajo el gobierno actual y deje de morir gente.

Aspectos varios de (esta zona de) Turquía

Aunque en prácticamente todo lo que cuento en el blog doy pinceladas de aspectos particulares de este país, tengo la sensación de que no he profundizado lo suficiente en explicar muchas de las características del pueblo turco. Es por eso que he pensado en publicar varios post al respecto, en plan fascículos. Así tengo un motivo para subir contenidos más a menudo, ya que la cosa sigue paradita en cuanto a viajes.

Me apetece empezar hablando de las relaciones sociales y una de las mayores virtudes de esta gente: el civismo. Más allá de que idiotas hay en todos lados, los turcos tienen una serie de cualidades que hacen muy agradable el trato. Como les explico a ellos mismos algunas veces, conservan muchos valores innatos, propios de la infancia, como la bondad, la curiosidad, la espontaneidad o la ingenuidad. No me parece algo común encontrar personas que escuchen con interés y respondan libres de egoísmo o envidia. Quizá el hecho de que yo sea extranjero suponga un plus para esa cordialidad que muestran, pero diría que es una forma de ser natural.

Con Idris y su familia en su hogar natal, Diarbakir
Son además muy serviciales y hospitalarios. Sirva de ejemplo lo fácil que es hacer autostop por todo el país o lo bien que atienden en los restaurantes, que hay muchos, por cierto. Todo el mundo tiene muy automatizado el uso de expresiones de cortesía: buenas tardes (iyi akşamlar), que vaya bien (kolay gelsin)… o la preferida entre mis amigos Erasmus y yo: el uso compulsivo del “que aproveche” (afiyet olsun). Lo dicen tanto que tenemos la coña de utilizarlo ya en cualquier situación entre nosotros. Hay otra muy particular, eline sağlık, que viene a ser algo como “en manos de la salud”. Se dice a quien ha utilizado las manos para alguna labor, desde al peluquero a un colega que ha hecho algo de cenar. Mi traducción libre sería “que conserves la virtud de tus manos”…

Otra característica destacable de esta gente es la fraternidad. El recelo y la apatía que tenemos a veces para tratar con extraños en occidente, al menos en España, contrasta radicalmente con la sencillez y la cercanía que muestran los turcos en las relaciones sociales. Dan la sensación de ser verdaderamente un pueblo, en cuanto a la equidad y a la cercanía con que se tratan incluso hablando entre extraños. Diría que esa actitud está por encima de las discrepancias y rencores que a veces se guardan turcos y kurdos. Pero este es un asunto sobre el que profundizar en otro momento.

De todas formas, esto de los valores es algo bastante difícil de describir. Aparte de que los aspectos culturales de un pueblo son difícilmente entendibles si no se viven en primera persona, en las relaciones sociales siempre hay muchas dimensiones que tratar. Por eso quiero pasar ahora a mencionar un aspecto negativo de esta gente: la relación hombre-mujer,  o lo que es parecido, el machismo imperante en Turquía.

No conozco cultura alguna en la que no haya instalada alguna forma de agravio hacia la mujer. Sin embargo lo de aquí es excesivo. La represión sexual es uno de los fenómenos principales sobre el que gira buena parte del trato entre hombre y mujer. Las creencias religiosas asimiladas por la mayoría llevan a las mujeres a defender unas actitudes y punto de vista totalmente desfasados, para mi gusto. Ya no es la preservación de la virginidad hasta el matrimonio sino pensar que el único proceso válido para el cortejo debe ser el hombre dirigiéndose a la mujer y jurándole amor eterno.

En cualquier caso, esto no deja de ser una tradición. Lo verdaderamente grave es la violencia machista, una lacra tristemente conocida también España. No quiero arriesgarme a juzgar sin conocer bien, pero diría que el sentimiento de inferioridad al que son inducidas las mujeres muchas veces, por motivos culturales, las hace ser poco o nada exigente a la hora de elegir sus parejas, sus “amores”. Los matrimonios por presión social/familiar, de conveniencia o alegando “que se te pasa el arroz” están a la orden del día. Y de ahí, de esa sumisión y desnaturalización brutal del amor, nacen los problemas de mujeres sumisas expuestas a hombres desconocidos que, visto el panorama, pueden llegar a convertirse a veces en tiranos. El bloque donde he vivido hasta hace poco (me he vuelto a mudar) era de locos en ese sentido. Al menos una pareja histérica gritando, llorando y agrediéndose por planta y noche.

Dentro de este ambiente machista que digo, se hace comprensible que hombres y mujeres desarrollen muchas facetas sociales por separado: residencias, bloques de pisos, piscinas… exclusivamente para tíos y otros para tías. Hasta el gimnasio al que voy tiene “restricciones de género”: abre un día para hombres, otro para mujeres.

En fin, por terminar este barato análisis de las relaciones sociales en Turquía, quiero comentar una curiosidad de aquí, las formas de saludo. Entre hombre y mujer y entre desconocidos, independientemente del género, siempre consiste en un apretón de manos. Sin embargo, entre colegas (kanka) tanto mujeres como varones el apretón de manos va proseguido de dos besos. De hecho, es frecuente ver a dos tíos cogidos del brazo por la calle, como en España harían las jovenzuelas saliendo del Bershka.

Esta profusión de afecto entre hombres, sin embargo, contrasta una vez más con el tabú que supone aquí la homosexualidad. Quien no pasa de puntillas cuando se hace alguna referencia al tema, hace como el Ahmadineyad, presidente del vecino Irán, hizo en su día…


En fin, así es Turquía. Un país lleno de contrastes, de vida y en pleno crecimiento, todavía con muchas cosas que importar, exportar y otras tantas que erradicar.