Ayer quedó oficialmente reanudada la temporada de viajes con
una visita en grupo a
Kilis, a 60 km., el único lugar medianamente poblado al sur de
Gaziantep antes de la frontera con
Siria. Sin mucho que ver, fue un viaje
para romper la monotonía, para echar el día mientras llegan la primavera y el
resto de compañeros.
De nuevo sin problemas con el autostop, en el camino de ida
nos recogieron tres simpáticos hombres, aparentemente obreros. El que me tocó
al lado, visiblemente bruto y sencillote, con acento cerrado made in Gaziantep,
los dientes picados y la ropa polvorienta, no dudó en utilizar mi pierna de
posabrazos durante buena parte del camino.
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Con Idris y Miguel a los lados y Osman cual fotógrafo |
El conductor, que parecía el más letrado, estuvo un buen
rato hablando con mi amigo
Idris de la situación que vienen viviendo los países
de alrededor. Tampoco contó ninguna novedad: "los medios exageran y manipulan". Se
refería a la invasión de
Irak y a la reciente situación en
Siria, países en los
que nos contó que había estado.

De todas formas, siempre es bueno escuchar a alguien con
pensamiento crítico, algo poco común entre los turcos, bastante indolentes y
conmovidos por el pan y circo.

Más allá de la conversación con aquel hombre, dificultada
por la barrera idiomática, durante el camino conté dos camiones que
transportaban casas prefabricadas, de plástico, casi con toda certeza para
refugiados sirios. Ha sido mi única experiencia atribuible al conflicto.
Pese a la cercanía de la frontera, en
Gaziantep no he advertido nada hasta
ahora. Nada de grandes masas de gente que ha salido por patas ni algo
por el estilo. Claro, que tampoco leo la prensa local ni me comentan mucho.

Una vez en
Kilis, el lugar respondió a las expectativas,
según los comentarios e informaciones previos. Un pueblo humilde, de ambiente
rural, con muchos chavales en moto, tráfico ilegal de drogas importadas de
Siria y poco o ningún interés digamos… arquitectónico.

Tras darnos una vuelta y comprobar que no estábamos precisamente en el lugar más apasionante de
Asia menor, intentamos que alguien nos llevara a la frontera, la frontera física, todavía a unos 6 km. Esta vez no tuvimos éxito y empezó a caer la tarde, así que desistimos y decidimos volvernos. A mí me hubiera gustado llegar, a ver si notaba algún ajetreo especial, pero no había ánimos en el resto del grupo. Las colinas en el horizonte debían pertenecer ya a
Siria y con eso me contenté.
De vuelta al pueblo de
Kilis (
aquí el resto de fotos), un último paseo buscando llevarnos algún recuerdo típico. ¿Y qué mejor que una botellita de whisky sirio barato de imitación?
Por cierto, a ver si media ya la “comunidad internacional” y trinca lo que quiera pero que por lo menos se resuelva la situación de represión, se vaya al carajo el gobierno actual y deje de morir gente.
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