Aunque en prácticamente todo lo que cuento en el blog doy
pinceladas de aspectos particulares de este país, tengo la sensación de que no
he profundizado lo suficiente en explicar muchas de las características del
pueblo turco. Es por eso que he pensado en publicar varios post al respecto, en
plan fascículos. Así tengo un motivo para subir contenidos más a menudo, ya que
la cosa sigue paradita en cuanto a viajes.
Me apetece empezar hablando de las relaciones sociales y una
de las mayores virtudes de esta gente: el civismo. Más allá de que idiotas hay
en todos lados, los turcos tienen una serie de cualidades que hacen muy
agradable el trato. Como les explico a ellos mismos algunas veces, conservan
muchos valores innatos, propios de la infancia, como la bondad, la curiosidad,
la espontaneidad o la ingenuidad. No me parece algo común encontrar personas
que escuchen con interés y respondan libres de egoísmo o envidia. Quizá el
hecho de que yo sea extranjero suponga un plus para esa cordialidad que
muestran, pero diría que es una forma de ser natural.
Con Idris y su familia en su hogar natal, Diarbakir |
Son además muy serviciales y hospitalarios. Sirva de ejemplo
lo fácil que es hacer autostop por todo el país o lo bien que atienden en los
restaurantes, que hay muchos, por cierto. Todo el mundo tiene muy automatizado
el uso de expresiones de cortesía: buenas tardes (iyi akşamlar), que vaya bien
(kolay gelsin)… o la preferida entre mis amigos Erasmus y yo: el uso compulsivo
del “que aproveche” (afiyet olsun). Lo dicen tanto que tenemos la coña de utilizarlo
ya en cualquier situación entre nosotros. Hay otra muy particular, eline sağlık, que
viene a ser algo como “en manos de la salud”. Se dice a quien ha utilizado las
manos para alguna labor, desde al peluquero a un colega que ha hecho algo de cenar. Mi traducción libre sería “que conserves la virtud de tus manos”…
Otra característica destacable de esta gente es la
fraternidad. El recelo y la apatía que tenemos a veces para tratar con extraños
en occidente, al menos en España, contrasta radicalmente con la sencillez y la
cercanía que muestran los turcos en las relaciones sociales. Dan la sensación
de ser verdaderamente un pueblo, en cuanto a la equidad y a la cercanía con que
se tratan incluso hablando entre extraños. Diría que esa actitud está por
encima de las discrepancias y rencores que a veces se guardan turcos y kurdos.
Pero este es un asunto sobre el que profundizar en otro momento.
De todas formas, esto de los valores es algo bastante
difícil de describir. Aparte de que los aspectos culturales de un pueblo son
difícilmente entendibles si no se viven en primera persona, en las relaciones
sociales siempre hay muchas dimensiones que tratar. Por eso quiero pasar ahora
a mencionar un aspecto negativo de esta gente: la relación hombre-mujer, o lo que es parecido, el machismo imperante
en Turquía.
No conozco cultura alguna en la que no haya instalada alguna
forma de agravio hacia la mujer. Sin embargo lo de aquí es excesivo. La
represión sexual es uno de los fenómenos principales sobre el que gira buena
parte del trato entre hombre y mujer. Las creencias religiosas asimiladas por
la mayoría llevan a las mujeres a defender unas actitudes y punto de vista
totalmente desfasados, para mi gusto. Ya no es la preservación de la virginidad
hasta el matrimonio sino pensar que el único proceso válido para el cortejo
debe ser el hombre dirigiéndose a la mujer y jurándole amor eterno.
En cualquier caso, esto no deja de ser una tradición. Lo
verdaderamente grave es la violencia machista, una lacra tristemente conocida
también España. No quiero arriesgarme a juzgar sin conocer bien, pero diría que
el sentimiento de inferioridad al que son inducidas las mujeres muchas veces,
por motivos culturales, las hace ser poco o nada exigente a la hora de elegir
sus parejas, sus “amores”. Los matrimonios por presión social/familiar, de
conveniencia o alegando “que se te pasa el arroz” están a la orden del día. Y
de ahí, de esa sumisión y desnaturalización brutal del amor, nacen los
problemas de mujeres sumisas expuestas a hombres desconocidos que, visto el
panorama, pueden llegar a convertirse a veces en tiranos. El bloque donde he
vivido hasta hace poco (me he vuelto a mudar) era de locos en ese sentido. Al menos
una pareja histérica gritando, llorando y agrediéndose por planta y noche.
Dentro de este ambiente machista que digo, se hace comprensible que hombres y mujeres desarrollen muchas facetas sociales por separado: residencias, bloques de pisos, piscinas… exclusivamente para tíos y otros para tías. Hasta el gimnasio al que voy tiene “restricciones de género”: abre un día para hombres, otro para mujeres.
En fin, por terminar este barato análisis de las relaciones sociales en Turquía, quiero comentar una curiosidad de aquí, las formas de saludo. Entre hombre y mujer y entre desconocidos, independientemente del género, siempre consiste en un apretón de manos. Sin embargo, entre colegas (kanka) tanto mujeres como varones el apretón de manos va proseguido de dos besos. De hecho, es frecuente ver a dos tíos cogidos del brazo por la calle, como en España harían las jovenzuelas saliendo del Bershka.
Esta profusión de afecto entre hombres, sin embargo, contrasta una vez más con el tabú que supone aquí la homosexualidad. Quien no pasa de puntillas cuando se hace alguna referencia al tema, hace como el Ahmadineyad, presidente del vecino Irán, hizo en su día…
En fin, así
es Turquía. Un país lleno de contrastes, de vida y en pleno crecimiento,
todavía con muchas cosas que importar, exportar y otras tantas que erradicar.
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