12 días en el oeste, la otra cara de Turquía

Desde que volví del parón navideño, el tiempo ha estado corriendo a su antojo: primero lento, durante la hibernación, y ahora que llegó la primavera y todo se anima, demasiado rápido. A falta de sólo un mes para terminar esta magnífica experiencia, he tenido el privilegio de realizar una ruta bastante completa por la costa sur-oeste de Turquía. Este viaje me ha permitido, aparte de subir unos tonos el bronceado de la piel, completar (y mejorar) mi visión de este país, tan extenso y diverso en paisajes. Tan bipolar y fragmentado en dos mundos de diferentes evolución y creencias: este y oeste, tradición y desarrollo, campesinos y turistas, kurdos y turcos.

Primera parte: Izmir (Foça)


El comienzo del viaje tenía como referencia un festival de música electrónica en la playa que nos tenía a todos (Miguel, Osman y un servidor) muy ilusionados. El sitio, un pueblo llamado Foça, a unos 70 km. al norte de Izmir, una de las ciudades modernas más destacadas de Turquía, tercera en población (tras Estambul y Ankara).

Para llegar, pillamos un vuelo desde la cercana ciudad de Adana (20 € con Sun Express, una de las compañías molonas aquí para estas cosas). Debido a que el avión salía por la noche, pudimos permitirnos ir en autostop desde Gaziantep y tener aún tiempo de tomarnos un cafelaso en el Starbuck's de la ciudad, que me habían comentado su existencia y tenía un montón de ganas de respirar un ambiente moderno europeo (aunque, sí, excesivamente pijo) y de probar un café de verdad tras meses.

Lamento decir que con Adana también se cumple esa regla de que “cualquier ciudad visitada parece más guapa que Gaziantep”. Aunque la regla se cumpla para sitios no-orientales: del oeste o del norte. Me pasó hace poco con Kayseri, evidentemente Estambul, Trabzon y ahora con ésta. Que mira que da coraje, porque está sólo a 200 km. Parece pues que hay como un “telón de acero” entre esa ciudad y la mía, que marca esa diferencia que digo entre este y oeste.

Total, que hicimos noche en Izmir, sin visitarla más que moviéndonos del aeropuerto al centro. Hablando ya del evento en sí, si la música no fue del todo plato de mi gusto y se esperaba que acudiera más gente, el resto de circunstancias fueron favorables. Principalmente, el enclave: un llano entre los montes de la costa, formando una calita mirando a las mini-islas del Egeo. Después, buen tiempo, tres días de acampada, gente (personajes) de muchos sitios de Europa, turcos europeizados y el bonito pueblo de Foça a 7 km. No, no me quejo.

Segunda parte: Denizli y Pamukkale


Tras el festival tiramos para Denizli, donde nos reunimos con las tías (Aga, Greta y Milda), que empezaron su viaje por el oeste al mismo tiempo, haciendo el recorrido contrario, desde Antalya. Allí nos acogió amablemente, como siempre sucede, la familia de un amigo de Osman. Fueron dos noches con un día en medio en el que visitamos Pamukkale, uno de los lugares más llamativos, conocidos -y por ello, turísticos- de Turquía.

Pamukkale (“castillo de algodón”) es el nombre que recibe una peculiar zona natural formada en la montaña. Las características químicas del agua que circula por aquella ladera, rica en bicarbonatos y calcio, provoca la solidificación de piedra caliza, de color blanco puro, creando un sitio de la hostia. Bueno, ya lo veis en las fotos.

Además, en la cima de la colina en cuestión están los restos de la antigua ciudad griega de Hierápolis (s. II a.C.).


Tercera parte: Fethiye y alrededores


De nuevo buscando la costa, esta vez la del Mediterráneo, asentamos un nuevo campamento base en Fethiye. La amabilidad extrema de Umut, el couchsurfer que nos recibió, nos hizo sentirnos como en casa y terminamos quedándonos cuatro noches allí. En esos días seguimos haciendo turismo de costa, básicamente, por los bonitos lugares de la zona.

Tumbas "licias", de la antigua ciudad de Telmessos. Hoy, Fethiye
Que no se me pase contar que una de esas diferencias que digo que he notado respecto al entorno de Gaziantep es la vegetación: mucho más verde, menos árido, todo lo que he visto en el este. Montañoso también, pero Turquía es un país con relieve prácticamente a lo largo de toda su geografía.

Atardecer en Fethiye
Precisamente esa condición montañosa permitió a mis amigos hacer parapente. Todos menos Osman y yo, que no lo vimos muy claro... Al final, según nos contaron, no es pa tanto, porque vas con un monitor, “demasiado” controlado.

Esto es el cañón de Saklıkent (“ciudad escondida”) y sus alrededores. No fue nada del otro mundo, porque había mucha agua y hubo que quedarse en el principio. No pudimos caminar a través de él.



Y esta es la playa de Ölü Deniz, de la que pude disfrutar dos días. Poco que añadir :)


También fuimos a un lugar conocido como el Valle de las Mariposas, sólo accesible en barco desde la playa de Ölü Deniz. Se supone que allí habita una especie autóctona de mariposa. Yo vi algunas pero no sé hasta qué puntos eran de esa especie que digo...

El factor “vivir el momento” impidió que echara fotos. Añado una “de archivo” de todas formas.

Turkishtravelblog.com
Cuarta parte: Olympos


Con el vuelo de vuelta comprado, nos quedó un día para visitar algo en la zona de Antalya. Teniendo en cuenta que la ciudad en sí no despierta demasiados intereses, y descartando también ver más ruinas antiguas, nos decantamos de nuevo por la naturaleza, por playa entre montañas. El desplazamiento desde Fethiye, en autobús, fue especialmente tedioso y nos quedó la luz justa para poner las tiendas en la playa y buscar algo de leña y hacer una hoguerita por la noche, antes de dormir.

También aquí me habría gustado hacer más fotos. El acceso a Olympos no es demasiado fácil, cosa que favorece que esté bastante menos concurrida que una playa de pueblo o ciudad. Otra playa paradisíaca, de agua cristalina y entorno natural brutal, con un acceso entre ruinas de varias civilizaciones antiguas. Además, no sé bien debido a qué efecto, cuando llegamos había una luz blanca, casi cegadora, que cubría todo el cielo y se reflejaba en el mar, inundándolo todo de un aspecto pues eso, verdaderamente paradisíaco. Quizá esta sea especial respecto a las otras, y una de las más bonitas que he visto en mi vida, sin duda.

Quinta parte: Universidad de Adana

Después de lo renovador que estaba siendo el viaje, Osman y yo nos resistimos a volver tan de sopetón a la rutina de Gaziantep. Aprovechando que el avión de vuelta, desde Antalya, aterrizaba en Adana de nuevo, decidimos quedarnos para conocer una de las universidades de allí, famosa por estar situada en un bonito lago, y envidiada, al menos por mí, por contar con casi un centenar de Erasmus (en Gaziantep fuimos 16 en el primer cuatrimestre, ahora 9).

Misión cumplida. Conocimos a varios de esos Erasmus y nos dimos los contactos para futuros encuentros. A ver si es posible que, en este mes que queda, se me pega algo de la vida Erasmus, que la mía está siendo la más atípica de los habidas y por haber. ¡Y no por ello peor, sólo diferente!

Total, aquí he subido algunas fotos más del viaje este. Son las mismas que subí a Facebook, por si acaso. Un bezito.

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