Con el ajetreo de la mudanza y la instalación en el nuevo piso, este fin de semana tocaba un viaje corto, en el día. Ayer estuvimos en Yesemek, una pequeña población a unos cien kilómetros al suroeste de Gaziantep, interesante por ser taller y exposición de unas esculturas antiquísimas, nada menos que de a partir del s.XIV a.C., de la época de los hititas, un pueblo que prosperó durante varios siglos por Turquía y el Mediterráneo oriental, lo que hoy es Siria, Líbano, Israel, Egipto...
Como podéis ver en las fotos, los paisajes del valle y las montañas de alrededor fueron un valor añadido para echar una buena tarde. También la familia que nos recibió y nos invitó a té, que viene a ser lo mismo. Presento a mis compañeros, por cierto: aparte de Miguel y Laura fui con una chica polaca, Agniezska, y Osman, un nuevo amigo.
Si sigo engloriao es, en buena medida, por el talante de personas como él. Turcos o kurdos, aquí la gente conserva la inocencia, la curiosidad y la espontaneidad propia de la infancia. Ese trato cercano y transparente me resulta increíble. Ayuda mucho a sentirse a gusto y marca la diferencia con las cosas malas de "occidente".
Ayer en el camino de ida un tío de la calle nos procuró un autobús gratis porque el chófer era su amigo, y esperó con nosotros a que llegara para comentarle la situación (estudiantes, extranjeros, sin dinero...). Uno de muchos ejemplos de hasta dónde se implica cualquier persona por una simple pregunta, ante cualquier cosa que necesites. También hay gente apática, como en todos lados (los caseros...), pero bueno.
Por cierto, se avecinan unos días de fiesta nacional (bayram) que vamos a aprovecha para hacer un viaje de los buenos. Ya os cuento antes de irme :)
A inspiración de mis colegas Fran y Agu, que me han pedido alguna foto del piso, sus vistas y tal, aprovecho para subirlas a modo de homenaje, ya que mañana (o pasao) me mudo.
Ya había hecho alguna referencia a que hemos estado buscando piso en las últimas semanas. Al final no ha podido salir mejor la cosa. Nos mudamos casi todos los Erasmus en bloque, nunca mejor dicho: al mismo bloque. Los otros también estaban a disgusto en la residencia y un amigo turco, Feysel, nos ha encontrado un sitio nuevo, tanto que tenía pisos suficientes para los 12 que nos vamos pallá: cinco chavalas y un chaval polacos, dos checas, las dos lituanas y los dos españoles. Todos menos Slavek, el checo que vino a Chipre, que sigue en Babia me temo. 6 pisos para 2, vaya.
Miguel y yo nos hemos quedado con el que tiene el salón más grande (salón-cocina, como todo 'stüdyo' o 'piso de estudiantes' aquí), por lo que la gente ya lo ha designado extraoficialmente como el piso para las fiestas. Nosotros pasamos a pagar 200 liras menos (80 €) por un piso más grande. A 10 minutos más de la Universidad pero bueno, creo que ya comenté que no tengo clases porque son en turco. Sólo doy Turkish los jueves (en inglés, claro).
Y nada, ya os contaré qué tal en el Erasmus Block. Un saludo!
Viernes 14. Quedamos a las 10 a.m. en el punto de encuentro
habitual: la gasolinera frente a la entrada de la Universidad, la ‘petrol
station’ para los amigos. Cogemos el bus urbano hacia las afueras para empezar
a hacer autostop, por tercera vez, de nuevo encargándome de planificar los mapas y carteles de la ruta. Nos retrasamos un poco en arrancar pero no importa:
tenemos todo el día por delante para llegar a Taşucu, pequeña localidad costera, la única en Turquía desde donde salen los
ferrys turísticos hacia Chipre. 392 km y casi 5 horas de
camino, según la predicción de Google.
Taşucu
El trayecto es bueno, con autopista todo el rato, y llegamos
en poco más de 5 horas y media, gracias a la amable ayuda de los diversos
individuos que nos recogieron, casi sin tener que esperar entre uno y otro.
Pretendíamos coger un ferry de los lentos, que echan 8 horas en llegar
pero nos venía perfectamente para pasar la noche navegando y llegar por la
mañana. Nuestro gozo en un pozo cuando nos enteramos de que no había servicio nocturno por ser fin de semana.
Tras sacudirnos un poco la bajona, decidimos hospedarnos en
el mismo puerto de Taşucu (/tachuyu/, /c/ es /y/ en turco), tras echarnos unas risas regateando
el precio del hostal con un hombre.Pero
no me quiero enrollar más que queda mucho y todavía estamos en tierras turcas.
Día 2: Taşucu –
Nicosia – Larnaca
Sábado. Cogemos el barco de mediodía. Tarda unas 3 horas,
que paso entre visitar la cubierta exterior de popa y la cabina de pasajeros,
entretenido con la película que estaban echando, claramente la versión turca de Días de fútbol. Resulta bonito ver cómo nos alejamos de la
costa turca hacia mar abierto y, al ratito, a la izquierda aparece el horizonte
de la manga noreste de Chipre.
Atracamos en tierra chipriota (Girne). Control minucioso de pasaportes y ya estoy
en otro país. O no. Resulta que Chipre se encuentra dividido en dos partes
desde 1974, año en que los turcos se hicieron con la zona norte, tras entrar en guerra con Grecia, país al que pertenece la región sur. En los
mapas que he visto, los griegos utilizan la expresión “zona ocupada por Turquía desde 1974” para
referirse a ese sector del norte. Cada uno interpreta las cosas a su manera,
evidentemente.
Cierto es que sólo Turquía reconoce la
llamada República turca del Norte de Chipre, pero si nadie les presiona para renunciar a esa autoproclamación será que tienen algún tipo de acuerdo con la comunidad internacional que equilibra los intereses. El gas, por ejemplo. Me contaron que en su día descubrieron enormes gaseoductos en la isla, suficientes para abastecer a toda Europa durante unos cuantos años. Y que Israel y, cómo no, Estados Unidos, están metidos en el negocio. El caso es que el presidente turco actual, Erdogan, no está tan ligado a los yankis como sus antecesores, pero no conozco más datos al respecto. Lo que son seguras son las malas relaciones entre turcos y griegos, al menos en este contexto.
El sábado pretendíamos dormir en algún lugar de la zona griega. Para pasar al otro lado tuvimos que ir a la capital, Nicosia, y buscar algún punto para cruzar la frontera. En unos pasos, cambio de moneda (de lira turca a euro), de idioma (de turco a griego), de bandera y de continente.
En lo de la bandera se nota la confrontación sociopolítica del asunto: la de la República turca de Chipre es similar a la de Turquía con los colores invertidos, mientras que la de la parte griega no tiene ninguna reminiscencia de la de Grecia, y la suelen mostrar junto a la de la Unión Europea, de la que Chipre es miembro.
Aunque la isla ha estado habitada por varias civilizaciones antes (venecianos, franceses...), se nota la influencia británica (finales del s.XIX, principios del s.XX) sobre todo en que conducen por la izquierda, con el volante en la derecha, y tienen los enchufes de tres clavijas.
El caso es que nada más llegar me llamó la atención el ambiente
tan occidental que hay en la isla, tanto en la parte turca como en la griega,
según descubriría luego. Occidental en el peor sentido, de capitalismo
aberrante, lujo, consumismo, todo el mundo en cochazos, precios caros, turismo
masivo y hortera… Es curioso cómo cambia el rollo, cómo volví al otro mundo en
un momento, en unos kilómetros. Eché de menos Turquía en cuanto vi el panorama
y la actitud de la gente, muy deshumanizada. A todos lados en autobús. Intentas
que te cojan haciendo autostop y ni te miran o aceleran aún más (como en
España, pa qué lo vamos a negar).
Ya caminando por el lado griego de Nicosia se nos hizo tarde
para alcanzar a coger el último autobús para ningún sitio. Otra vez por culpa
de la reducción de los servicios de transporte el fin de semana. Al final nos
las apañamos bien, gracias a la amabilidad de un contacto que teníamos en Larnaca, ciudad costera. El hombre nos
esperaba el lunes, a tres personas, y nos encajamos cuatro y tres días antes.
Íbamos a ser las dos lituanas (Greta
y Milda) y yo pero al final se vino
uno de los checos, Slavek.
Presentados quedan pues mis compañeros de viaje.
En el puerto de Girne, tras llegar a Chipre
Aparte de hitchiking (sinónimo de autostop),
el otro término viajero que he conocido hasta ahora es couchsurfing, un sistema
para ofrecer y solicitar hospedaje (gratuito), en casa de buenos chaveas
alrededor de todo el mundo. Me registré estando en Chipre y voy a utilizarlo
más a partir de ahora, a raíz de esta buena experiencia.
Como último apunte del segundo día, fui charlando de fútbol
con el taxista que nos llevó a casa de Nicolas,
el ‘couchsurfer’, y me enteré de que el Appoel
de Nicosia está en Champions y
va estupendo: primero de grupo, por delante del Oporto, con quien empató el martes. Pasamos por el lado del estadio durante un partido de liga, por cierto. La primera división chipriota
tiene 14 equipos y es bastante seguida en el país, con su carrusel deportivo
radiofónico y todo.
Día 3: Agia Napa
La playa donde estuvimos, cerca de Agia Napa
50 horas tardé en llegar a algún lugar agradable en el que
poder relajarme. Dos días de viaje un poco desalentadores por aquel entonces,
tanto por los contratiempos varios como por la falta de feeling con mis “poco animados” compañeros y el panorama turístico
de la isla. Larnaca me pareció una versión de Valdelagrana.
Sin embargo, el domingo encontramos ya algo de luz. Nicolas
nos recomendó unas cuevas en la costa, cerca de Agia Napa. No las encontramos pero después de andar bajo el Sol un
buen rato dimos con una playa estupenda, libre de la devastación de la ciudad, aunque con su macro hotel arriba del acantilado.
Puedo decir que es el agua más clara que he visto en mi vida (más que en Varadero), quizá comparable a Zahara de los Atunes, pero menos
fresquita.
Por la noche estuve hablando con la madre de Nicolas, una
señora mayor que me confirmó el rencor y la apatía que se tienen con los turcos
y me contó interesantes puntos de vista sobre “las cosas en el mundo”, hasta
que me dijo que sólo Dios puede salvarnos y me vi obligado a hacerme el loco.
Esa misma noche, la segunda y última en Larnaca y con esa
familia, conocimos a Eva, una
chavala alemana que está con una beca de voluntariado en Palestina y que
contactó también con Nicolas para hospedarse en Chipre. Me dijo que no ha
tenido ningún problema desde que llegó, que la gente es muy amable. Desmontando
mitos de occidente. Algo parecido a lo que me está pasando a mí en Turquía,
aunque seguramente ella en una zona de mayor riesgo.
Día 4: Pafos
Nicolas y Eva
El lunes por la mañana nos despedimos de Eva y de Nicolas, muy agradecidos por su hospitalidad, y cogimos un bus para
Limassol, otra ciudad costera prototípica de la
parte griega, con una primera línea de playa lujosa y
turística, dándole la espalda a la parte antigua y gris. Allí establecí mi
“campamento base” para las tres noches restantes, pero afortunadamente me moví
todo lo que pude. Ese mismo día, nada más llegar, me hice con los horarios de
los autobuses e improvisamos tirar para Pafos,
aun más al suroeste. Otra población del estilo que os digo. Con cuatro horas para cogerle el rollo a moverse
por la ciudad, visitar lo que fuera y volver, no salió mal, pudimos ver dos de
las tres cosas que consideramos interesantes: el castillo del puerto, creado por los bizantinos y usado como defensa portuaria por las múltiples civilizaciones que pasaron por allí a lo largo de la Historia...
...y las Tumbas del Rey, una necrópolis del siglo IV a.C. verdaderamente impactante y digna de ver.
Nos faltó ir a una zona de restos romanos llena de
mosaicos, al borde del mar, que por lo visto es muy interesante. Pero nos cayó
una tormenta ‘tropical’, de estas que descargan en cinco minutos, que nos
recomendó renunciar y volvernos para poder coger a tiempo el autobús de vuelta.
Día 5: Troodos
El martes tuve una gratísima compensación al aturdimiento del turismo costero. Visitamos el núcleo de la extensa
zona montañosa ubicada en el centro-oeste de la isla: Troodos. En poco menos de dos horas el autobús nos subió hasta casi
1700 metros, aún pudiendo ver la costa de Limassol
en el horizonte desde algunas zonas del camino. Pura naturaleza: selva,
bosques, cascadas… para demostrarnos la riqueza que encierra la isla.
Como anécdota, quería comentaros que el chófer del autobús enloqueció y nos dejó tirados a todos. Hizo la parada de rigor en Platres, muy cerca ya de Troodos, donde estaba previsto que nos tomáramos 10 minutos para visitar el punto de información, tomarnos el bocadillo… y se fue sin avisar. Todo el mundo relajado, a su bola, y de repente vemos al chófer doblando la esquina carretera arriba, con un solo pasajero según fuentes israelíes (una familia muy simpática que conocí).
Día 6: Kourion
Me enorgullece que llegara al último día sin ningún tic
nervioso, después de ser el decisor de todas y cada una de las cosas que
hicimos. Ir con gente tan alelá me ha servido para desenvolverme mejor y que se
hiciera lo que yo decía, sin caer en la tiranía sino como líder que busca el
bien común.
Con eso y con la agradable sensación de haber aprovechado la
visita, el último día debía ser algo relajado. Nos quedamos con las ganas de
alquilar una bici y dar un vueltaso, pero por una cosa u otra no pudo ser, así
que preguntamos por una zona de playa cercana fuera de la ciudad y tiramos
pallá.
Encima descubrimos, de suerte, que cerca había unas ruinas
romanas de las que me habían hablado, de entre los siglos V y II a.C., con el
teatro antiguo más grande de la isla: Kourion.
El día se alargó inevitablemente, porque teníamos pensado
salir de marcha y empalmar la noche con el día para tirar temprano hacia Nicosia para coger el vuelo de regreso. Efectivamente, salimos, aunque sin
mucho éxito, porque el pub en cuestión carecía de ambiente, al menos ese
miércoles. Y aunque no durmiera apenas, la historia del regreso forma ya parte
del día 7.
Día 7: Regreso a
Gaziantep
Bandera turco-chipriota en la montaña (Nicosia)
La vuelta fue un poco la muerte a pellizcos por el
cansancio, pero eso sólo importa en el momento, ¿cierto? Como digo, cogimos un
vuelo en Nicosia, la capital, que no parece ser digna de más de un día de
visita. Yo la he visto dos ratitos, de paso, para cruzar la frontera.
La compañía del avión es Pegasus, una low cost turca
cojonuda que tiene un montón de vuelos nacionales. Es relevante para cuando me
visitéis, si pasáis por Estambul, ya que hay 3 ó 4 vuelos diarios a
Gaziantep. El vuelo fue milagroso: poco más de media hora. El problema es que
volamos a Adana, a 200 km y pico de G'Antep, y se hizo tortuoso esperar al autobús
que nos llevaría de vuelta a casa.
Ahora viene el apunte etílico de rigor que le gusta a mi
padre. Pude comprar dos botellas de ron (Capitan
Morgan y Bacardi Black, no había
más) en el duty free a precio
español, que es gloria respecto al turco. Pero tranquilo, Jozeluí, que no me lo voy a beber to esta noche.
Sé que es un comentario absurdo, pero quería hacer mención
especial a mi compañero Slavek, el
checo, que ha pasado a tener un hueco en mi corazón tras no cambiarse de
camiseta en la semana entera.
Es jodido quedarme a la vez con la sensación de que me
enrollo y de que se me escapan detalles relevantes que contar. Será que ha
sido interesante la experiencia de Chipre, como toda esta del Erasmus en general. Hoy me siento
afortunado. Todos los días, en verdad, pero hoy estoy reparando especialmente
en ello. Pronto contaré más cosas pues :)
Buenas! Aprovecho que tengo una conexión decente en este instante para subir el post atrasado, que ya era hora, y comentaros que me voy a Chipre unos días, pa estrenar la beca, que me llegó ayer :-D He quedado en media hora, así que no me enrollo nada.
Sólo comentar que vamos en un ferry nocturno, que se coge en Taşucu, una población a algo menos de 400 km. al oeste de Gaziantep (Autostop style), al lado de Silifke. Echa sus 8 horas en llegar, toda la noche. No sabemos cuántos días estaremos. A la vuelta os cuento!
Sería injusto si no enfocara este último fin de semana como
un morao constante y sus consecuencias, pero no puedo evitar contarlo
cronológicamente. Tiramos para Iskenderun el viernes a mediodía, de nuevo en
autostop y esta vez un grupo mucho mayor. Aun así, todo salió
estupendo. En parte porque la conexión con el destino era mucho mejor, por
autovía, y en parte porque no quise volver a pintarla. Me preparé e imprimí
varios mapas y rótulos con lugares de paso y los destinos tanto de la ida como
de la vuelta.
Al final se apuntaron casi todos los polacos (las polacas,
debería decir: 1 tío y 5 tías), las 2 lituanas, Aslı y mi colega Idriş representando a Turquía, y
Miguel, Laura y yo. Nos dividimos en 3 grupos, con un individuo masculino por
cada uno para evitar conductores excesivamente curiosos con la diferencia
étnica de las féminas.
Es
curioso que los propios turcos que nos acogen nos dicen que es peligroso hacer
autostop, cuando todos han sido simpáticos y amables hasta ahora. Por mencionar
algo, el viernes unos se pararon a comprarnos agua y unas barritas hechas de
pistacho, el fruto más típico de esta zona, y de Gaziantep en concreto.
Llegamos a tiempo de zamparnos un döner mientras anochecía e
instalarnos en el piso de Aslı, una chavala turca que estudia allí y nos dio la gloria tanto hospedándonos como procurándonos la fiesta. Estuvo
muy bien, combinando la música de pachangueo que se escucha en España con
algunos temas turcos que nos descolocaron un poco. Me pegué un baño nocturno en
el mar, en una zona privada del hotel donde estaba aquello.
A
partir de la tarde-noche del viernes es cuándo se puede resumir todo como un
morao constante, bebiendo cerveza sin parar con mi colega el polaco, que es
todo un personaje como podéis ver en este video.
El
sábado tiramos para la playa, a este lado del Mediterráneo. Iskenderun es una
población costera, pero se ve que no tiene sitios para bañarse en la propia
ciudad, así que fuimos todos en una furgoneta con un tío que negoció llevarnos.
Me decepcionó un poco esta esquina del Mediterráneo, porque la arena estaba bastante sucia y el agua
alborotada y llena de rocas. Da igual, había Efes Pilsen (cerveza es bira en
turco, fácil). Por la noche, más cerveza y vodka, que es el “licor” que más bebe
tanto la gente de aquí como en Europa del este, según ha quedado confirmado con
nuestros colegas.
El domingo se me explotó un poco la pompa de los dos días
anteriores. Me llegó el castigo de la resaca y el cansancio. Tras dormir en el
suelo, nos levantamos pronto para ir a ver Antakya (Antioquia en español), la
ciudad más al sur del país. Con la frontera con Siria muy cerca, pude notar una
influencia árabe mayor que en Gaziantep. Más mujeres con velo, rótulos en escritura
árabe, y un ambiente más tranquilo y pueblerino. También es normal que nos
miraran, yendo con polacos y lituanas, rubios y blanquitos.
Lo más destacable que vimos allí fue una capilla llamada
gruta de San Pedro, que dicen que puede ser la más antigua de la historia del
cristianismo (s. I), con un supuesto pasadizo que pudieron utilizar los cristianos
para esconderse, de los árabes supongo.
Teníamos que volver la misma tarde del domingo, pero se nos
terminó cayendo encima la noche y no tuvimos éxito esta vez con el autostop. Al
final cogimos un autobús, que echó sus cuatro horas en llegar a Gaziantep, de
nuevo en un domingo de cansancio máximo.
En definitiva, me quedo con el ‘karma inducido’ de viernes y
sábado gracias al cerveceo ininterrumpido, con el rato de playa y, en general, con la suerte que tengo de estar viviendo esta
experiencia renovadora, precisamente por ser nuevo y diferente casi todo lo que
me rodea.
Está siendo una semana cojonuda. Tengo cosas pendientes de contar, pero se me ha venido el
tiempo encima y ahora tengo que descansar, que mañana me voy de nuevo de mini-viaje
fin de semana. Esta vez una estancia más larga y completa. El viernes partimos
a Iskenderun, una ciudad costera en la región más al sur del país. Está situada
en un golfo de igual nombre, mirando al Mediterráneo, de espaldas a la frontera
con Siria, a menos distancia incluso que desde Gaziantep.
El sábado bajamos aún más hasta Antakya, una ciudad situada
en una región montañosa algo más al interior, ya a unos veinte kilómetros de Siria.
Según mi guía, fue fundada en el 300 a.C. y llegó a ser la tercera ciudad más
grande del Imperio Romano. Fue asolada por terremotos en el VI y su importancia
fue cedida gradualmente a Constantinopla (Estambul), entrando en declive con
los otomanos, a partir del s. XVI. Resumen histórico muy exprés.
Hoy he estado en un centro comercial enorme, como el Área Sur
para los jerezanos y algo así como Los Arcos o Nervión Plaza en Sevilla. No me
esperaba que hubiera algo así en este lugar. Me ha sorprendido gratamente. Me
confieso un poco consumista, aunque he comprado justo lo que he echado en falta
traer en la maleta (las prisas…), incluido un minidiccionario español-turco que
he encontrado y que me ha dao to la gloria.
También tengo que reconocer que me he desquitado de comer
bien en casa y comida turca en la calle con un buen menú del Burger King. Tenía
pensado contaros esto en un post sobre curiosidades varias que estoy enumerando,
pero viene al caso. Tampoco me esperaba encontrarme grandes cadenas
multinacionales/capitalistas/occidentales. Ya van 3 Burger Kings y estoy curao
de espanto, pero el primero lo vi por mi zona, mientras corría, y fue un
desengaño gracioso.
Ya que se acaba de subir, algo nada fácil con la conexión a
internet que tengo, os dejo un video del Gaziantepspor – Beşiktaş, que fui a
ver el lunes. Momento futbolero, lo aviso.
Ya han pasado dos de los tres grandes de la liga turca por
aquí. El día que llegué, como os conté, fui a ver el Fenerbahçe. Ya sólo queda
por venir el Galatasaray (son los tres de Estambul).
A diferencia del otro partido, éste contra el Beşiktaş fue
un poco castaña (0-0). Al principio estaba emocionado porque es, de largo, el equipo
del que conozco más jugadores, pero se torció la cosa. No vinieron Guti ni
Quaresma. El primero sigue con el aura que le hace tener problemas con todo
entrenador que le dirija. Quaresma estaba convocado con Portugal. Por lo visto,
ha encontrado un club en el que poder explotar su calidad y es el ídolo más
destacado ahora.
Sí jugaron Manuel Fernandes y Simao, flojos ambos, sobre
todo en la segunda parte. Hugo Almeida y Mehmet Aurelio, los otros que conozco,
no estuvieron.
El que sí vino es otro de los más adorados, el gran Rüstü.
Como exportero del Barça e ídolo mío que es, me encantó verlo en directo. Lo
único malo es que se hartó de perder tiempo. Me desconcertó que el Beşiktaş se
conformaran con el empate contra el colista. Pero bueno, quizá hoy en día no le
dé para aspirar a tanto. No en vano, quedaron incluso por detrás del
Gaziantepsor la pasada campaña, 5º y 6º.
Rüstü salvó al equipo de la derrota en la segunda parte,
pero el Gaziantepspor está en el pozo por algo. Pudo matar a la contra y fallaron
una ocasión tras otra, las más claras gracias al acierto del portero. Al final,
los aficionados “visitantes” aclamaron su nombre a coro. Lo entrecomillo porque
había un importante sector de la grada con aficionados del Beşiktaş que son de
aquí, igual que contra el Fenerbahçe. No hay mucha afición al equipo de la
ciudad, aunque esté en primera.
Ya sé, por cierto, por qué es tan barato ir al fútbol aquí
(4 €). Te puedes perder media primera parte fácil. Me volvió a tocar en la
grada de los visitantes, que los metieron deliberadamente lento, con el partido
empezado, por el sistema de acceso infrahumano que tienen montado. La próxima
vez intentaré aprenderme en turco alguna palabra como ‘lateral’ para que me den
una zona neutra y tranquila. Me metí en to el meollo, vaya.
Estoy un poco relajado con el idioma pero hoy he aprendido
los números del 0 al 5 (y el 10, que ya me lo sabía por un videoclip cutre de
los que les encanta hacer a los turcos). De aquí a na regateo todo tipo de
precios. Buen finde!
Si no tener
ningún tipo de entusiasmo por el autostop es ser muy poco aventurero, me
declaro orgulloso el tío más pijo y despilfarrador del mundo. Aunque nunca
había hecho hitchhiking (así le llaman a veces al autostop), no tenía ganas de
estrenarme con un viaje a la montaña, a una media de 250 km de distancia de
Gaziantep, según veo ahora en Google Maps.
En la ida, sin más planificación que un par de carteles
que rotuló Laura, nos montamos hasta en cinco vehículos. El primero recorrió 2 km.,
lo justo para que el tío conversara un poco con nuestra amiga y nos dejara a
las afueras de Gaziantep. El muy cachondo nos hizo creer que nos llevaría a
algún lugar cercano. Pues anda que no quedaba nada.
El segundo fue el mejor: un profesor de matemáticas con un buen coche, conducción
rápida, buena música y que nos avanzó unos 80 km.
Los
terceros, dos hermanos, fueron también muy simpáticos. Nos tuvieron que dejar
en Adiyaman (creo que era), no sabíamos todavía cuán cerca o lejos. Aquí os
dejo un video con ellos:
Casi todos
los que nos acogieron nos pidieron el Facebook y el correo electrónico, como
encantados por haber conocido guiris, con una actitud entusiasta, de colegueo.
Si pensáis que no fue tan mal la cosa, esperad a conocer la historia del
cuarto, nuestro amigo el camionero. Nos subió en el pueblo aquel que decía antes y nos dejó,
tres horas después, a diez kilómetros del mismo. Fue demencial, increíble, surrealista,
desconcertante e incitador al asesinato. Lógicamente, la barrera idiomática nos
impidió conocer su propósito, que no era otro que llevarnos a recoger una
piedra de mármol de 26 toneladas y media a una cantera en el monte más
perdido de la zona. Tres horas conduciendo por caminos de tierra, a
diez por hora, con una sonrisa amplia, cara de bonachón y hablándonos distendidamente
en turco como si compartiéramos lengua materna.
Evidentemente,
se nos hizo de noche. Aquí anochece ya sobre las 18:30. De querer ver el
atardecer en Neimrut, el objetivo se convirtió en llegar allí simplemente. Para
colmo, el gachó nos quiso dejar en medio de la autovía. Nos negamos y tuvo la
bondad de devolvernos al pueblo de origen (!) y pagarnos un autobús a la
estación. Yo me alteré mil veces más que mis amigos, que sólo les dejó de
parecer buena gente aquel tío.
Ya no puedo
generalizar de forma positiva respecto al carácter de los turcos. Todas las
generalizaciones son falsas o imprecisas, pero lo digo más allá del deficiente
mental del camión. En la estación de autobuses nos intentaron dar coba con el
precio del autobús a Kahta, penúltima escala. Le preguntamos a un pasajero
cuánto costaba el billete y se hizo el loco, encubriendo lo que nos hubiera
dicho el chófer. No me parece nada decente que las cosas no tengan un precio
fijo señalado. Al final lo sacamos por 3 liras, lo que valía. Nos había dicho 5
improvisadamente. Están bastante obsesionados con hacer dinero. Muchos se
negaron a llevarnos por esa razón.
En ese
último pueblo antes de llegar al monte Neimrut, tuvimos que “sucumbir” a pagar,
algo que yo habría hecho gustoso con el autobús que nos llevaba desde Gaziantep,
que sí cogieron algunos de nuestros colegas y que les permitió llegar bastantes
horas antes que nosotros.
La idea, más
allá de la aventura, era no gastar dinero. Para yok (no hay dinero) era la
advertencia a todo el que se paraba. Al final nos salió más caro que a los que
se fueron en bus. Lo tarde que era y el agotamiento físico y mental que
teníamos (yo al menos) en lo alto, hizo que termináramos pagando 50 liras (20 €)
entre los tres a un lugareño que aparentó llevarnos gratis hasta que se paró a
negociar la gasolina en una estación de servicio. Le habría dado mi tarjeta y
el PIN. El señor dejó a su hijo en casa para pegarse un bandazo de 60 km. por
un puerto de montaña y dejarnos en lo más alto.
Llegamos
sobre las 11 de la noche. Seguramente bajáramos de cero grados, a más de 2.000
metros de altura. Ni con cinco capas de ropa me quité el frío al principio.
Pero bueno, pasamos la madrugada sin dormir apenas hasta que a las 5 llegó una
expedición de turistas para ver el amanecer. Abrieron la tienda, nos tomamos un
té calentito y subimos. Todavía no había visto las esculturas de las cabezas,
emblema del lugar, ni mucho de alrededor.
Aquí os dejo
las fotos. Más allá de su evidente belleza, sólo sé que las esculturas fueron construidas en
el siglo I a.C. y que son templos a los dioses de varias civilizaciones:
griega, persa y armena, que supongo que convivieron en la época.
Tras
disfrutar del amanecer en aquel sitio, que seguramente compensara el calvario
del viaje, volvimos de nuevo en autostop, esta vez con los polacos. También hubo
su respectiva condena, pero al menos logramos llegar de noche de vuelta a
Gaziantep. Por comentar estas últimas fotos, decir que estuvimos en la presa
más grande del país, que, cómo no, se llama Atatürk Baraji (en todos lados
presente ese señor) y cenamos una indigesta ternera, carne que no probaré más
aquí, en Sanliurfa, la ciudad de nuestro colega Isen. Feliz otoño tengan ustedes.