Burocracia, fiesta, fútbol y otras circunstancias

Entrada de la Universidad
La mayoría de vosotros sabe que llevo condenao con trámites y papeleos desde que supe que me iba de Erasmus, en mayo. El miércoles di, supuestamente, el último paso para que me dejen tranquilo hasta el final de mi estancia, en junio. Más allá de la falta de colaboración por parte de la Universidad, de la que me quejé en el primer post, he tenido algunas complicaciones adicionales, al no ser Turquía perteneciente a la Unión Europea.

Si deseas vivir en un país como éste un año sin que crean que eres un individuo peligrosamente ocioso, deberás presentar un pormenorizado contrato laboral o un documento que avale tu condición de estudiante. En mi caso, tras superar la barrera comunicativa que me impuso Gmail durante varias semanas (los correos no llegaban) y tener que llamar por teléfono a la Universidad de Gaziantep desde Sevilla, pude empezar a solventar mis miles de dudas. A base de preguntar insistentemente durante buena parte del comienzo del verano, me mandaron la carta de aceptación. Mi duda esencial siempre fue si allí de verdad sabían de mi existencia, así que ese papel me tranquilizó.

Fue ya al final del verano, poco tiempo antes de irme, cuando, así como de pasada, el encargado de Relaciones Internacionales turco me dijo que necesitaba un visado de estudiante. Algo equivalente a tener que presentarme en la embajada turca en Madrid, así de repente. Tuve suerte, de todas formas, porque dio la casualidad de que mi padre iba a la capital justo al día siguiente de enterarme de toda la movida. Le dejé original y copia hasta del carnet de La Banda y consiguió tramitármelo, de un día para otro, lo cual me hace pensar que me habría tenido que quedar a dormir allí nada más que para que me estamparan el maldito sello  en el pasaporte.

No contentos con los 60 € que cuesta el sellito, se necesita tramitar un permiso de residencia, una vez en Turquía y durante el primer mes de estancia. Digo yo que el visado de estudiante podría permitirme vivir aquí sin problemas durante el curso académico, pero qué va. Como digo, el miércoles tuve que ir a pedir el permiso de residencia. Sale por 149 TL, otros 60 €.

Me indigna el negocio evidente que se traen con los temas burocráticos. Sale más barato sacarse el visado de turista (el que necesitará quien me visite), que se tramita en el aeropuerto de llegada, cuesta 15 €, no tienes que presentar más que el pasaporte normal y corriente, y te permite estar tres meses en Turquía. Mi colega Miguel, de hecho, va a hacer eso. Este verano no le dio tiempo de sacarse el otro visado y va a salir al menos una vez por trimestre del país. Total, el viajar es un placer.

Avenida eterna en obras inmóviles, aquí al lado
Dentro de lo poco agradable que resulta todo el papeleo que os cuento, me lo pasé muy bien. Fui con tres polacos (un chaval y dos chavalas) y un turco como ‘Erasmus Helper’, muy buen chavea y mejor futbolista. Nos fuimos a tomar el postre tradicional de aquí, el Baklava, que es una delicia. Ya os contaré sobre la comida.

Después nos fuimos de birras, que aunque suena estupendo, no es lo que parece. Fue sólo una, y porque encontramos sin querer un pub, que resultó ser para ricos. Aquí lo de divertirse bebiendo alcohol en un bar no está normalizado, como ya os dije. Me supo a gloria la jarra de medio litro (10 TL = 4 €). Caro hasta para los precios en España.

Continuando con cosas parranderas, la misma noche del miércoles tuvimos nuestra primera fiesta. Durante el día los polacos no parecían estar por la labor, pero al final se cumplió lo previsto y nos juntamos en el piso de tres de ellos. No sé cuántos polacos, (los) tres españoles, varios turcos (uno medio alemán y otro medio italiano) y una lituana. Hubo muy buen rollo. Nosotros los españoles fuimos los más entusiastas con el bebercio. Llevamos cervezas varias y acabamos comprando una botella de vodka en un supermercado ‘de guardia’, jugando a la versión inglesa de ‘Yo nunca he’ (‘I’ve never’), inflándonos a chupitos. Yo no sé por qué (…) pero todas las preguntas en ese juego terminan (o empiezan) siendo de temática sexual. Y siempre se descubre alguna circunstancia morbosa inesperada.

El jueves luché como pude contra la resaca y debuté futbolísticamente por la noche. La primera pachanga con los turcos. Son un desastre, en serio. Carecen de sentido del orden táctico ni de interés por elaborar la mínima jugada. En el otro equipo, un tío se tiró todo el partido de palomero (chupaposte) en nuestra área, aunque el balón estuviera en la suya. Menos mal que era malísimo y tenía menos peligro que el pescao blanco. A nadie le preocupa defender. Para colmo, jugamos sin fuera de banda, porque la pista estaba en una especie de jaula guapísima, con una red hasta en el techo, que hacía que el balón no pudiera salir por ningún lado, cosa que aprovechaban para dar un 0% de precisión a sus pases e ir todo el rato al choque. Me acabé amargando y enfureciendo, como me suele pasar. Menos mal que al final me asocié con mi colega turco que mencionaba antes y nos buscábamos en corto, con paredes y demás, y llegábamos al área fácil. Llevaba la camiseta de La Pulga y me decían Messi todo el rato, hasta que se aprendieron mi nombre, como queriendo involucrarse, sintiéndose culpables por mi indignación. Después me sentí mal. Ganó mi equipo, aunque sea anecdótico.

Atardecer en Neimrut
Ya os he contado lo que tenía pensado contar. Dentro de unas horas salgo para Nemrut, una región montañosa al norte de Gaziantep. Es un sitio impresionante, por lo visto, donde hay unas esculturas muy grandes y antiguas de unas cabezas que son famosas por el impactante paisaje que crean. Desde luego, por las fotos sí que parece un sitio increíble. A ver si no nos pilla nublado, que la salida y la puesta de sol dicen que son dignas de ver. Pasaremos allí la noche y volvemos el domingo, con un fresquete curioso que rondará los cero grados (ni frío ni calor). Ya os cuento. Nos vemo, loko.

Excursion al monte e invasión polaca

Buenas! Me he hecho un Flickr de esos para subir galerías de fotos. Lo estreno enseñandoos las de la extraordinarıa jornada campestre dominical.


He encontrado un punto en común evidente con los turcos. Son bastante impuntuales. Quedamos a las 7:30 en la asociación que organizaba la expedición y salimos cerca de las 8:30 de la mañana. Para colmo cometí la insensatez de empalmar (mi colega el Puche estaría orgulloso) debido a mi gusto por la madrugada y me dio la bajona al final. Da igual, dormí mientras pude en el autobús de vuelta, con todo el mundo alborotando alrededor o diciéndome cosas como si estuviera despierto.

En fin, el sitio superó mis expectativas. Fuimos todo el rato caminando por la hendidura de un cañón de paredes altísimas y un río de agua natural precioso en el que nos pegamos un bañazo, en mitad del camino. El paisaje por esta zona del país es bastante árido. Por eso me sorprendió ver tanta riqueza natural de repente, más aún recién acabado el verano.

Me llamó la atención que vimos un par de tortugas, grandecitas, en medio del campo. Por lo visto es algo normal. La gente ni se sorprendía y las cogía, cosa que no me hizo mucha gracias, porque no he visto animal más vulnerable y ortopédico que una tortuga, por mucho caparazón que tengan las pobres.

Al final del camino, paramos en un llano mu bonito y pintoresco, en el ensanchamiento del valle, con su rebaño de cabras pastando, pescadores en el río, árboles, pradera… Fue un momento como muy Heidi. El pescador nos regaló peces, que alguno de los que venían pusieron al fuego; una muchacha ordeñó una cabra y trajo su botellita de leche… La probé, un poco temeroso pero no me sentó mal. Estaba buena, claro.

Como despedida, paramos en una casa rural, donde una familia de estas de campo de toda la vida sirvió té para los veinte. Los turcos lo celebraron como si nos hubiéramos ido de birras. No en vano, es claramente la bebida equivalente a la cerveza en esta sociedad. No nos cobraron nada, evidentemente. Lo más que tuve que hacer fue aprender una compleja frase de agradecimiento para decírsela a la señora de la casa, como cumplido al despedirnos. Ya no me acuerdo de cómo era.

En cuanto a la convivencia, fue un día muy positivo. Conocimos a varios chavales turcos más. Universitarios, ingenieros todos ellos, muy buenas personas. La forma de ser de la gente aquí está siendo un hallazgo. Son humildes, atentos, afectuosos, súper hospitalarios… Te escuchan con total atención, con verdadero interés y curiosidad, siempre propensos a la risa. Como ya dije, se implican todo lo posible por ayudarte, sin necesidad de ser tu amigo del alma ni mucho menos. Hoy, por ejemplo, hemos estado toda la mañana buscando piso con un chaval al que conocimos ayer mismo, de un rato.

También anoche nos encontramos a tres chavales de los de la excursión del domingo y nos invitaron a su piso. Sacaron Coca-Cola (raro que no fuera té) para once personas, aperitivos y unos dulces caseros gloriosos. Éramos tantos porque hemos conocido al séquito de Erasmus polacos que ha aparecido: nueve, frente a nosotros, los dos únicos españoles (tres, con Laura). Aquí tienen una bebida nacional “rival” de la Coca-Cola, por cierto, que se llama Kola Turca pero que a nadie le gusta. Ya la probaré.

He mencionado que estamos buscando piso porque el nuestro es demasiado pequeño y caro para acoger a gente. No es tanto el precio como la falta de espacio. La diferencia con un precio más razonable, para los turcos, está en poco más de 20 euros mensuales por persona, pero es evidente que nos gustaría organizar nuestras celebraciones y convites, una vez visto que está la cosa regular en la calle. De momento, el piso de los polacos es la sede oficial. Hoy puede que caiga la primera fiesta. Sólo puedo decir que intentaré que la polaca no ponga Los Caños de nuevo…

Una primera semana çok güzel (muy buena)

No sé muy bien qué cosas concretas contar ni con cuánta minuciosidad pero en este post voy a intentar dejar al día mis experiencias en esta primera semana en Gaziantep. No estoy echando muchas fotos, así que no voy a describir demasiado las imágenes de la ciudad. Me comprometo a hacerlas a partir del lunes, que seguramente vaya al centro a comprar un balón (vale, y un peine y un secador).

De lo que sí hay testimonio gráfico es de la actuación imprevista que vimos el sábado, el día después de la llegada. Salimos a comprar unas cosas y a buscar un sitio para ver el Barça y acabamos en un garito en una segunda planta cortándoles el rollo a unos chavales que estaban bailando muy entusiasmados música popular a un volumen altísimo. Al vernos subir, se replegaron hacia su mesa y no se movieron de allí en todo el rato. Nos sentimos un poco mal, pero nos quedamos. Queríamos fumar cachimba y conseguimos, a duras penas, hacerle entender el pedido al dueño. Lo que no logramos fue evitar que nos encasquetaran por narices 2 botellitas de agua a 2 liras cada una [çok pahalı /choc pajale/ = muy caro]. Pa eso somos guiris.

La mayoría de las cosas en las tiendas no tienen precio indicado, lo cual da coraje. Muchos tipos de artículos se prestan al tradicional regateo, pero debido a nuestras limitaciones idiomáticas, no siempre nos cobran como a paisanos. Sin enrollarme más con esto, decir que fue en realidad un rato muy agradable. Nos cogimos un moraillo de cachimba (parecía de frambuesa) y vimos a unos chavales tocar músicas orientales, por catalogarlo de una forma genérica, como podéis ver en el siguiente video.


Para mi propia sorpresa, no estoy teniendo grandes problemas de nostalgia. Quizá esas cosas pasen más a la larga. No me ha dado tiempo a aburrirme ni a sentirme solo, afortunadamente, con todo lo que hay por vivir aquí. Una de las aficiones principales con las que quiero seguir contando es el fútbol. El sábado pasado me perdí buena parte de la goleada a Osasuna. No había forma de encontrar un bar. Y cuando volvíamos resignados buscando lo de la cachimba, resulta que estaban echando el partido en el hall de un hotel. Iban 5-0. Vi el sexto gol, la vaselina de Xavi, hasta que un señor que resultó tener el mando prefirió poner la teletienda. Todavía no sé indignarme en turco, así que nos fuimos.

En cuanto al alcohol, me resigno a su marginal presencia en esta cultura. Me conformo con la cervecita de la gasolinera de al lado, que no está nada mal. Efes Pilsen. La venden en cristal de medio litro con distintos formatos y mismo precio: 3 liras (calcule usted ya pa siempre que, en euros, la mitad). Creo que me puede venir bien un año de moderación etílica, lejos de la rutinaria aunque gloriosa botellona española. Aun así, alguna botellita de licor caerá. Dicen que está más caro que en España pero todavía no he buscado.

Hablando de cosas fiesteras, está ya bastante contrastado que aquí no hay parranda. Discotecas o pubs, propiamente dichos. Ya nos lo temíamos, pero el plan B de montarlas en el piso es una solución satisfactoria. No me cuadra mucho esta situación, porque la gente joven viste con una apariencia totalmente occidental. Los tíos van cotidianamente medio arreglaos, para mi gusto, con polito o camisa y vaquero casi siempre. Tienen un sentido de la moda curioso, ligado al paradigma italiano. Admiran esa referencia. En las tiendas de deporte, por ejemplo, hay mayoría de productos Lotto, una marca italiana, y muy pocas cosas Nike o Adidas.

Las tías también visten de forma muy parecida a la europea. Aunque no se ven faldas o pantalones ultracortos, sí van también con vaqueros ceñidos y demás prendas femeninas. Nos ha llamado la atención el nivel medio que hay en cuanto a su físico. Casi todas son menudas, no muy altas y delgadas. Nosotros bromeamos pensando que se debe a que hay aparatos de gimnasia en cada parque que te encuentras.

Aparte, no suelen llevar velo. Son una minoría las que llevan el pañuelo, y tampoco suele ir acompañado de una vestimenta diferente. Burka sólo hemos visto uno, a alguien en el centro uno de los primeros días, y podría asegurarse que se trataba de una persona mayor. En ese sentido se nota que Turquía es un país modernizado respecto a sus vecinos orientales. Curiosamente, es una república laica –el sistema ideal a mi juicio–, pese a tener una gran mayoría de gente islámica. Aquí hay menos fundamentalismo que, probablemente, en Irán o Irak. Es interesante que quieran preservar la libertad de conciencia, el respeto al igual desarrollo de las mujeres… No en vano, Turquía no es un país árabe, y hoy en día mira más hacia la influencia europea.

Un amigo nos contó que en la universidad las chicas pueden llevar el velo en todo momento menos en clase. Será por preservar la laicidad. No me queda claro qué sería lo mejor en ese asunto.

Otro rasgo que estamos percibiendo del carácter de los turcos es su desidia. Son muy amables y se implican mucho en ayudarte, pero si te prometen algo, vas a tener que estar encima para que se cumpla. Forma parte de su comportamiento relajado, despreocupado. Ya mencioné que esta semana era clave, supuestamente, porque empezaban las clases, íbamos a conocer al resto de Erasmus… Pues nada, resulta que la “next week” se pasa de nuevo a la siguiente. Faltan profesores, no han llegado todavía todos los Erasmus… Pero bueno, al menos ya he arreglado el acuerdo académico. Me han confirmado que las clases son en turco, luego tengo que confesar que no voy a tener que ir, salvo a la de aprender Turkish, que también se supone que empieza la semana que viene.

Tengo ganas de conocer más a fondo la ciudad. Hay una zona céntrica que tenemos ya algo trillada, porque es donde te deja el autobús, pero el otro día estuvimos callejeando un poco más y es bastante bonito todo: con calles amplias y peatonales, llenas de tiendas y con mucha vida, entrecruzadas con los barrios más antiguos, con casas de piedra muy deteriorada y barrotes oxidados. La mayoría están abandonadas.

Mustafa Kemal Atatürk
Nos contaron unos amigos que esos barrios, los más antiguos de la ciudad, estuvieron ocupados por armenios dos siglos atrás. Según algunos turcos kurdos con los que he hablado, el imperio otomano acogió en su día sin problemas a todos los pueblos de su amplia región: árabes, persas (iraníes), kurdos, turcos… hasta la I Guerra Mundial, que fue un punto de inflexión a partir del cual se caminó hacia el separatismo. La convivencia pacífica de los pueblos, con sus idiomas y costumbres, perdió flexibilidad tras la caída del imperio y la formación de la república de Turquía, en 1923, con el impulso del gran líder patrio Atatürk, todavía muy aclamado y representado en la sociedad turca. Resulta que la I Guerra Mundial dejó el segundo peor holocausto de la historia en magnitud, tras el nazi, éste de los turcos a los armenios. De ahí que ahora los segundos no quieran saber nada de los primeros y que se fueran de la ciudad, pese a quedar todavía aquí, como digo, sus huellas como antiguos habitantes de Gaziantep. Tienen una arquitectura particular. Espero volver a pasar y hacer fotos de las viviendas y de una iglesia que vimos. Actualmente Armenia se sitúa al noreste de Turquía, a cerca de mil kilómetros de aquí. Mi compañero Miguel asegura que tienen cerrada la frontera con Turquía.

Por continuar con temas sociopolíticos, hace un rato, por ejemplo, acabo de hablar con un colega kurdo que ha venido al piso a ver el fútbol. Él se siente turco y no le veo molesto con la situación de su pueblo. Si bien, otro amigo, Isem (el más personaje), nos estuvo comentando que es laico, de izquierdas, y se lamenta de que el gobierno sea estricto y conservador en algunos asuntos tabú. Tampoco especificó cuáles, pero apuesto a que se refería al pueblo kurdo. Ya en Estambul, cuando estuve este verano de crucero, el guía evitó el tema. Según leí, hay un enfrentamiento violento latente entre el ejército turco y las facciones radicales del movimiento de independencia kurdo, con cifras sorprendentes de “bajas”. Da mal rollo.

Me he quedado sin tiempo, que se dice, para contaros sobre la gente que hemos conocido hasta ahora. Isem es una especie de colaborador en la universidad. El tío ha terminado su máster en Historia del Derecho, o algo así, y está como de año sabático. Forma parte de una asociación cultural que organiza festivales de música, visionado de películas, movidas literarias… y nos presentó a una pareja igualmente encantadora. Son todos mayores, entendiendo por eso 32 años el primero y alguno más los otros dos. No me la juego a escribir sus nombres todavía.

Los amigos turcos, Miguel a la izquierda y Laura a la derecha
El martes nos engloriaron durante todo el día, nada más conocerlos. Nos invitaron desde el almuerzo a la cena, llevándonos por sitios varios y siendo todo el rato increíblemente simpáticos y atentos. Le dimos un empujón ese día a nuestro aprendizaje del idioma, aunque confieso que estoy más espeso que la hostia. El miércoles, cena de nuevo brutal en casa de la pareja y el jueves, como contraprestación, hicimos 3 tortillas de papas, un picadillo y una ensalada de arroz to rara que se sacó de la manga el Miguel. Tuvieron relativo éxito, teniendo también en cuenta que tardamos tela en prepararlo todo. Almuerzan sobre las 9 y nos dieron las 11. Ya os daré también un curso acelerado de gastronomía turca, según lo que he catado hasta ahora.

Tengo que comentar que hemos conocido a una española. Se llama Laura y está aquí con una beca europea enseñando español a turcos. Trabaja con una amiga tocaya lituana que hace lo propio pero enseñando inglés. Y con ellas y sus alumnos, que también son colegas, se cierra más o menos el grupo de gente que conocemos por ahora.

No puedo enrollarme mucho más, tengo que dormir algo que “mañana” domingo nos vamos de excursión. Nos tenemos que levantar a las 6:30 y no voy a dormir más de tres horas. Es una actividad de la asociación que he mencionado. Hora y media de camino en autobús y caminata por la sierra. O la montaña, ya veremos cómo es aquello. Ahí sí que pretendo echar fotos. Ya os sigo contando :)

Llegada a Gaziantep: el largo viernes

¡Buenas! Han pasado ya varios días desde que llegué y, aunque estoy un poco puteado sin internet, no he encontrado el momento propicio para ponerme a escribir. Debe ser que he hecho ya bastantes cosas, entre acomodarme al piso y conocer el entorno: el centro de la ciudad, el campus y mi zona, que está a las afueras, frente a la propia Universidad. Voy a llevar un orden cronológico para acordarme bien de las cosas.

Lo habíamos dejado en el aeropuerto de Frankfurt. El vuelo hacia Gaziantep fue un poco desconcertante. A diferencia del primer avión, donde me tocó la espaciosa primera fila, en éste fui justo en la última. Al estar numerados los billetes, tampoco tuve especial prisa por entrar. Sin embargo, cuando llegué a mi sitio, cruzando todo el pasillo del interior del avión bajo la mirada del pasaje, 100% turco, comprobé que me había quedado sin sitio para meter el equipaje de mano. Primer encuentro con la barrera idiomática con los turcos. Y primer uso de la expresión más utilizada hasta el momento: “no turkish”. Tengo que decir que los turcos son a menudo increíblemente amables para asesorarte o ayudarte a buscar algo. Más adelante pondré algún ejemplo. Ahora bien, en esta zona casi nadie habla inglés y se empeñan en seguir dirigiéndose a ti en turco, como si los fuera a entender por el contexto o algo.

En cuanto a la maleta, al final la no tan amable azafata me procuró un hueco en la otra punta, por lo que, cuando llegamos, tuve que esperar a que se vaciara todo el avión para recogerla. Por lo demás, se me hizo relativamente corto. Me sobé por necesidad, con cabezadas de estas en las que el cráneo se convierte en un peso muerto pendular. Tuve suerte, porque me tocó al lado una mujer y su hijo, que era tan nervioso que la madre me pidió que le dejara mi asiento, el de pasillo, para que el niño se desfogara pegando sus carreritas. Me despertaron pero me sirvió para contemplar el paisaje desde la ventanilla, ya en tierras turcas, a menos de una hora para la llegada. Sobrevolamos una cordillera impresionante, antes de llegar a la estepa ‘gaziantepera’. Pensé que podían ser los Montes Tauro, pero ya lo verificaré.

A la llegada, un control aduanero más minucioso que en La Habana, pero sin echar foto. Casi media hora esperando, nervioso, pensando qué me dirían a mí si estaban tardando tanto en dejar pasar a sus propios compatriotas. No pasó nada. Tengo los papeles en regla. 60 pavos de visado de estudiante, como pa que me pongan pegas.

Salgo, quedo con mi compañero Miguel para que me venga a recoger a la puerta de la Universidad y cojo un taxi. Ni el taxista sabía hablar inglés. “Gaziantep Universitesi” es todo lo que pudo entenderme. Y no del todo. Se ve que el hombre se lió un poco y me dio una vuelta del carajo, allende autopistas varias. 60 liras (NL), casi 30 euros, sin anestesia alguna. Para colmo, poco antes de llegar, un control policial. Pensé que me iba a cubrir de gloria nada más llegar pero al final no pasó nada. El ‘taksimetre’ se paró y el taxista volvió al rato. Me enseñó una factura que parecía una multa de 140 liras que, supuestamente, le había puesto la policía. Pero tampoco lo vi muy afectado al hombre, así que nunca pude verificar si era un multazo o un farol para que me apiadara por la clavada que estaba a punto de meterme.

El piso está, como digo, enfrente de la Universidad. No tanto de la puerta como de un pedazo de campo de fútbol con césped artificial, pista de atletismo y gradas. Mi ‘compadre’ Miguel y yo estamos deseando integrarnos ya con la gente de la universidad y empezar a echar nuestros partidos. En gran medida, estos primeros días de adaptación están siendo fáciles por el buen rollo que tengo con mi compañero. Es un viajero nato y se nota. El mamón absorbe palabras el triple de rápido que yo, por mucho que lleve aquí una semana más. Ahora que lo pienso, si hubiera sido el único español en venir, esto sería mucho peor por ahora, realmente.

De vuelta a la mañana del viernes, me dediqué a organizar mi habitación. Cuando llegué los muebles tenían una distribución un poco disparatada que hacía que el cuarto pareciera más pequeño. Ahora lo he tuneado y se está estupendamente. Resulta muy acogedor, a falta de internet… Ya os enseñaré el piso por video. De momento, decir que es completamente nuevo. Lo estamos estrenando hasta tal punto que a mi compañero se le coló un tío, mientras dormía, a colocar un espejo. Todavía hay polvo de la obra, ya no tanto en el piso como fuera en la entrada. Se ve que aquí están viviendo ahora el boom inmobiliario. Esta zona está bastante levantada, con obras por todos lados. En el piso piloto de abajo trabajan las horas que hagan falta, cerrando contratos de venta y alquiler de viviendas todo el día.

Cambiando de tercio, parece que hemos llegado un poco pronto. Las clases empiezan el lunes (hoy, día que escribo), así que el viernes pasaron de nosotros en la oficina de Relaciones Internacionales. A cualquier duda, nos emplazaban a la semana que viene. “Next week” es la tierra prometida: el comienzo de las clases, el encuentro con los otros Erasmus, la visita a las instalaciones deportivas… Ya veremos si es así.

El viernes fue un día intensísimo. Tras la instalación en el piso y la primera visita al campus, por la tarde tiramos para la ciudad. El centro está a 10-15 minutos en bus. Aquí los autobuses son completamente diferentes a los Tussam, para los sevillanos. Son como furgonetas, no precisamente modernas, en las que la gente va hacinada, normalmente de pie, porque hay muchos más viajeros que asientos disponibles. El sábado nos cogimos de vuelta uno de los últimos, si no el último, y me acojoné para entrar. Había menos hueco que en el gol de Ronaldinho al Chelsea bailando a Carvalho (fin del delirio futbolístico). Al menos el chofer tiene la amabilidad de no cerrar la puerta pronto, aún con el bus en marcha, para no guillotinar a nadie.

Por terminar con el apunte sobre el transporte público, decir que el autobús cuesta “la voluntad”. Nadie te presiona para pagar, si bien se quedan un poco pendientes. Hay bonobuses, pero no todos llevan el lector de la tarjeta. En teoría, un viaje cuesta 1,35 NL para estudiantes (ponle 50 céntimos de euro), pero a veces nos auto-asignamos ofertas, tampoco muy descabelladas, según lo que tengamos suelto. Lo más interesante es que, si ves que sólo puedes entrar por la puerta de atrás, la gente se pasa el dinero de mano en mano hasta el chófer. El otro día me dieron un billete y unas monedas, que era el cambio para el señor que estaba detrás de mí. Todavía no hemos probado el tranvía, que llega también a la misma puerta de la Universidad.

Llegamos al centro por la intuición de Miguel, que había pasado los primeros días en un hotel y sabía, más o menos, dónde había que bajarse. En los autobuses-furgoneta, ni megafonía ni carteles ni nada, obviamente. Las casas de camino hacia el centro suelen ser bloques de dos a cuatro plantas, con una apariencia normal, algo deteriorados, como cualquier barrio obrero construido durante el franquismo. Que nadie piense en adobe y caminos de albero. Todo asfaltado y en condiciones. Si bien, los acabados son mejorables, y algunas zonas están muy poco iluminadas.

En el centro hay un montón de comercios. Llama la atención la cantidad de tiendas de telefonía móvil, una detrás de otra, pegadas en muchos casos. También hemos visto locales para jugar a la Play Station 3, básicamente al Pro 2011. 3 liras, una hora. Está bien. Además, cuando cae la noche se está estupendamente y sacan sus sofás y sus buenas pantallas a la calle. Un día de estos echaremos un rato ahí. Durante el día hace un calor increíble, que te recalienta el cráneo y te ciega los ojos nada más salir a la calle.

Cuando hablaba de la bondad de los turcos, lo decía porque se afanan muchísimo en satisfacer tus preguntas. Ya han sido tres los que, preguntándole por una u otra tienda, se han tomado la molestia de desviar su camino completamente para llevarnos al sitio exacto, con total normalidad. Ayer (domingo) dos estudiantes me llevaron a un ciber a un cuarto de hora andando, porque no me dejaron entrar en el de la residencia.

Una de las mejores cosas que he visto hasta ahora en la ciudad han sido los parques. Hay uno inmenso en el centro, muy bien cuidado y decorado, escalonado en uno de sus bordes, con terracitas. Los turcos son muy dados a tomarse algo en terrazas. Nada de alcohol, que ni lo venden en esos sitios, sino té, café o un refresco. Por la zona donde vivo hay mucha “marcha” en ese sentido. También en cuanto a comida, de la que ya hablaré cuando haya probado más cosas. De momento, sólo me he tomado una torta enrollada con patatas fritas, pepinillo, pollo y salsa picante. Tú sabes… mejorable.

Al otro extremo del parque grande del que os hablaba, está el estadio del Gaziantepspor. Es el principal equipo de fútbol de la ciudad, ya que también existe el Gaziantep BB, que juega en segunda. El Gaziantepspor quedó 5º el año pasado, por delante del Besiktas de Guti, y entró en Europa League, donde calló hace unas semanas en segunda ronda.

Antes de venir, ya me había informado del próximo partido de los rojinegros (visten de rojo y negro, vaya) en casa. Cuál fue mi sorpresa cuando me enteré de que era contra todo un Fenerbahçe, el último campeón de la Süper Lig, corrupciones aparte. Resulta que el partido se había adelantado al viernes, a las 9 de la noche. Y ahí que estaba yo paseando, recién llegado, sobre las 6 de la tarde. Al ver tanto turco con la camiseta del equipo (como la del Milan, Adidas también), nos dimos cuenta de la movida.
Visiblemente emocionados por nuestra suerte, fuimos comprobando el ambiente futbolero que había conforme se acercaba uno al estadio. Nos dirigimos a la taquilla, asaltados por varios reventas, pero preferimos comprarlas por la vía legal. 15 liras cada uno. Increíblemente barato: 7 euros todo un partido contra el campeón turco.

Tras ir a cenar y a dar otra vuelta para hacer tiempo, volvemos al estadio. Ni idea de en qué zona de la grada nos había tocado, ni por qué puerta debíamos entrar. Tuvo que ser en el fondo de los aficionados del Fenerbahçe. No pasó nada, salvo durante la entrada al campo. El sistema de acceso es lamentable, embotellando a la gente por carriles estrechísimos. Hubo momentos de tensión, con los turcos protestando a la policía, la gente empujando… pero al final entramos todos calamitosamente.


Una vez dentro, tampoco hubo mayores problemas de convivencia entre las aficiones, sólo algunos piques a distancia entre grupos, en función del resultado del partido. La afición del Fenerbahçe fue impresionante, animando durante todo el partido. Se nota que es un equipo grande en el país, ya que había bastantes aficionados “locales” que iban con el visitante. Como si viene el Madrid a Chapín, vaya.

1 a 3 perdió el Gaziantepspor, mi 4º equipo ya por lo menos. Aun así, el partido fue estupendo. No pude evitar pegarme mis cabezaditas en la segunda parte, después de un viernes increíblemente largo, desde la escala en Frankfurt. Nada que 13 horas de sueño y una siesta no pudieran enmendar.

Hoy es lunes y empieza la “next week”, así que espero contaros cosas interesantes de los días atrasados y de la semana que empieza, en la que se supone que tendré internet de una vez en el piso. Un saludo mu grande.

Desde Frankfurt

Merhaba! Ya estoy en Gaziıantep, sano y salvo. De momento, todo bastante bıen, salvo que no tengo internet en el pisaso. Pronto escribire sobre mıs prımeras ımpresıones aquı. No he tenıdo demasıado tıempo, cosa que es buena. Os dejo las movıdas que escrıbı en el aeropuerto de Frankfurt. Un saludo!

Ya que en la presentación no conté nada de cómo llegaré a Gaziantep, aprovecho ahora que tengo “un rato”. He salido desde Jerez a las 10 de la noche hacia Frankfurt. Hoy es uno de esos días tan largos que parece que lo de por la mañana pasó el día anterior. Son las 2 y pico (creo que es la misma hora que en España, aunque no me he asegurado). El sueño me obnubila bastante pero no tengo pensado dormir. ¡El aeropuerto de Frankfurt es enorme! Para ir de una terminal a otra hay que coger un metro/tren interno. Gratis, vaya.

Dentro de lo que cabe, estoy orgulloso de mí mismo. No estoy encontrando dificultades, pese al estrés natural que provocan los aeropuertos. He activado ya las neuronas del inglés y lo he chapurreado con éxito con tres trabajadores, hasta encontrar la ventanilla exacta del check-in para Gaziantep. Ya había unos cuantos turcos por ahí rondando :) Me ha gustado ver el nombre de mi destino en los mosaicos estos enormes de monitores con todas las próximas salidas o ‘departures’, que son muchas aquí ya que, como digo, este aeropuerto es la hostia.

A efectos prácticos, pa que lo apunte quien quiera venir a verme, diré que es inevitable hacer al menos una escala para llegar a Gaziantep desde España. Y a cualquier ciudad que no sea Estambul, que es la única turca con conexiones con Madrid, Barcelona y Málaga (?). Ahora bien, nada me venía mejor que esta combinación: Jerez – Frankfurt – Gaziantep, saliendo de mi ciudad.

Me enteré de esa posibilidad a través de Miguel, mi compañero de la facultad en Turquía, que ya está allí, por cierto, y que se ha portao cerrando el alquiler del piso. Skyscanner.com es la página que me chivó.

Tengo ya una anécdota reseñable. Mi querida madre me ha hecho dos bocadillos gloriosos antes de salir (no hablo en pretérito perfecto porque todavía hace un rato, pese a la dramática despedida). Total, que me empiezo a comer uno y, cuando lo estoy terminando, anuncian que “en próximos minutos” nos servían la cena. He cenao doble, un poco. En realidad, es que me ha salido más caro el trayecto Jerez – Frankfurt que el segundo, Frankfurt – Gaziantep. He venido con una compañía alemana llamada TUIfly, que pensaba que era rollo low cost y ha resultado ser de to por to. Lo digo para que, si alguna vez hacéis un vuelo que se salte una comida importante del día, contéis con el plato de ñoquis. ¡Y con zumo infinito! Me dice la mujer, con acento alemán: “¿Cuántos quiéres? Uno, dos, tres, cuatro…”. Sabía contar claramente. Pedí dos pa no abusar. Y luego, chocolatinas infinitas también. Una.

Me estoy entreteniendo a tope escribiendo. Son las 2:45. Teniendo en cuenta que facturaré sobre las 4, tampoco es tan grave la espera.

Estoy con una libreta, a la antigua usanza, ya que mi portátil está porío y la batería carece de autonomía a estas alturas. Me he pegao un buen rato dando vueltas buscando enchufes pero nada, sólo en los baños y paso.

Por completar la información del viaje, deciros que salgo a las 5 y llego a las 9 de la mañana. Súmele una hora, porque allí sí que es una más, y comprobará que llego a las 10, hora turca. Con luz solar y todo el día por delante, cosa que me parece cojonuda. La clave sería sobarme en el avión (Condor). Espero que sí.
Ya me ha avisado Miguel de que, de momento, no tenemos internet en el piso. Si veo que se va a demorar la cosa, buscaré conexión en la Universidad o en los Starbuck’s (risas).

Es un poco putada no poder subir esto nada más escribirlo, porque será más en frío y lo mismo lo veo todo ridículo, pero… Creo que a partir de ahora voy a anotarlo todo en esta libreta. Es más auténtico y me dejo menos la vista de topo que manejo.

Ojalá siga con ganas, tiempo y cosas que contar durante el resto del año. Muchas gracias, por cierto, a quienes se han despedido de mí, de una u otra forma. Tengo un montón de ganas de llegar. Espero que mi periodo de adaptación se limite a pasar las cosas de la maleta al armario (jaja). Ojalá.

Yo no es por na pero están los alemanes razonablemente abrigaos y yo en camiseta. Estaré mu petao o algo. No hombre. Son individuos observadores los alemanes. Por lo menos a mí me miran como si fuera un pobre chico español desamparado y cogío de la cabeza. Manda huevos que es la primera vez que estoy en Alemania y es para estar encerrado en el aeropuerto.

Ah, por cierto, me encanta cuando hay un gráfico en los aviones con el mapa y el trayecto seguido. Hemos sobrevolado Sevilla, Madrid, Pamplona, Burdeos y París, que yo me haya enterao. Mañana es la hostia. Bueno, dentro de un rato. Para llegar a Gaziantep voy a sobrevolar un montón de países. No lo he calculado exactamente, pero si se trazara una línea recta serían por lo menos ocho.

Me he puesto el abrigo ya, que me voy a poner malo y voy a tener que estrenar el botiquín. Son las 3:15. Estoy pensando que, cuando publique esto, se me va a juntar con las primeras impresiones de Gaziantep. O lo pongo por fascículos o me va a quedar un texto larguísimo. En cualquier caso, me está dando la gloria esto. Llevo un rato amagando con cerrarlo. Ahora es cuando se hace dura la espera. Me voy a sobar del tirón (en el avión).

Y nada, ahora sí. Cierro el bloc con la ilusión de que, probablemente, cuando lo vuelva a abrir, estaré en tierras asiáticas, en mi desconocida pero ya querida Gaziantep.

Presentación

¡Lo conseguí! Era una obsesión personal y al final lo he logrado: me voy de Erasmus. Digo al final porque me han concedido la beca por pesao, después de estar todo el tiempo posible detrás de ella durante la carrera. Tras tres años, me marcho cuando ya debería haber terminado: en ‘quinto más uno’, como prefiero decir. Me niego a considerar que voy a emplear seis años en una carrera como Periodismo. El Erasmus lo veo como un regalo, un chollo, una oportunidad magnífica para tener una nueva experiencia vital, mucho más que académica, sobre todo ahora que terminar es poco más que un trámite.

La primera vez estuve a punto de irme a Brighton (suplente 1). La segunda, a Lyon (suplente 3). No fue diferente la tercera. Elegí primero Lodz (Polonia), donde ya se ha ido mi compañera Laura (quien ha prometido visitarme y a quien he correspondido con mi voluntad de tirar pallá para la Eurocopa del año que viene). Creo que continué la lista con varios destinos franceses, Bucarest (a ver si también veo a Elena) y, finalmente, “el sitio raro ese de Turquía”.

Fue por rellenar, lo reconozco. Las ‘bases del concurso’ para la Erasmus en la Universidad de Sevilla pasan por sumar la nota del expediente y la de una prueba de nivel de idiomas. Yo no tengo ni de coña un buen expediente (dios me libre de echarle cuenta a ciertas asignaturas) pero confiaba en compensarlo destacando en las prueba de idiomas.

Para “el sitio raro ese de Turquía” exigían inglés (sin un nivel mínimo determinado), así que lo puse, como último destino en la lista, para ser competitivo. Me presenté a los exámenes de inglés y francés. Todos los años se repetía lo mismo: hacía la prueba bien pero me llevaba un chasco luego, con notas mucho más bajas de lo previsto. Esta vez, peor que nunca: nivel 2 en ambos idiomas. Eso me dejaba automáticamente sin opciones respecto a los destinos de Reino Unido: Cardiff y Brighton, con niveles 3 y 4, respectivamente. Así que Gaziantep (les presento el nombre, ya para mí familiar) se convirtió en el único destino posible “de habla inglesa”.

El día que me enteré de los resultados, me pareció todo muy raro. Me había quedado más cerca de Gaziantep, la última ciudad en la lista, que de cualquier otro lugar. Creía que el sistema funcionaba de otra manera pero no quise hacer preguntas. Suplente 1 de nuevo. No tuve ningún tipo de fe, muy desmoralizado tras quedarme a las puertas tres veces. No sé quién ha sido el insensato en desestimar su plaza (ironía: on) pero se lo agradezco a muerte. Me enteré de una manera muy peculiar, por cierto: consintiendo que mi compañero de piso Javi abriera una carta de la Universidad dirigida a mí, ya que yo estaba en Bolonia, visitando precisamente a unas amigas de Erasmus en Italia. Subidón puro, al que acompañaron ciertas dudas por el destino del que se trataba. Aun así, pese a que dudé mínimamente en aceptarlo, en el fondo sabía que me iba del tirón. Después de tantas trabas, se había vuelto más un asunto de orgullo que una opción cualquiera de futuro.

Me voy este jueves. Y aún así, me faltan papeles por firmar. Se junta todo. Aunque aseguro que no ha influido tanto mi gusto por hacerlo todo a última hora como la falta de atención e información por parte de la Universidad de Sevilla. He sido objeto, estoy siéndolo todavía, de una buena mezcla de desagrado e incompetencia. No sólo no te ayudan sino que te desalientan y desprecian. En fin… que el miércoles, día antes de irme, tengo todavía que firmar el acuerdo económico. La semana pasada no lo tenían (…). Ya todo lo que sea tramitar ese eterno ‘penúltimo’ papel sin problemas me parecerá fuera de lo normal.

Una vez presentada mi compañera de viaje, la señora Burocracia, paso a contaros ya algo sobre la ciudad y sobre este blog. Gaziantep es la sexta ciudad de Turquía, situada hacia el sureste del país, muy cerca de la frontera con Siria, al sur, y algo más alejada de las de Iraq, Irán o Armenia, en el este. Ya le he perdido el miedo a repasar el mapa, la verdad. Si bien me preocupa la influencia del conflicto sirio o el infausto concepto que tenemos en occidente de todos esos países mencionados, a eso voy allí: a formarme una opinión fundamentada, en primera persona, de una región del mundo con una cultura tan diferente a la nuestra. Total, qué más da: tengo seguro de repatriación.



Bromas aparte, es un reto vital del carajo. Aunque no fui constante llevando mi blog sobre el Barça, en éste estoy especialmente interesado en escribir, porque ya no serán tanto opiniones como impresiones y vivencias, traspasables a crónicas y reportajes. Espero que le interesen a alguien y que al final quede un decente cuaderno de viajes con las notas de un Erasmus en Asia.


Procuraré no tardar en hacer una próxima actualización ya desde allí. ¡Sígueme que es gratis, copón!