Excursion al monte e invasión polaca

Buenas! Me he hecho un Flickr de esos para subir galerías de fotos. Lo estreno enseñandoos las de la extraordinarıa jornada campestre dominical.


He encontrado un punto en común evidente con los turcos. Son bastante impuntuales. Quedamos a las 7:30 en la asociación que organizaba la expedición y salimos cerca de las 8:30 de la mañana. Para colmo cometí la insensatez de empalmar (mi colega el Puche estaría orgulloso) debido a mi gusto por la madrugada y me dio la bajona al final. Da igual, dormí mientras pude en el autobús de vuelta, con todo el mundo alborotando alrededor o diciéndome cosas como si estuviera despierto.

En fin, el sitio superó mis expectativas. Fuimos todo el rato caminando por la hendidura de un cañón de paredes altísimas y un río de agua natural precioso en el que nos pegamos un bañazo, en mitad del camino. El paisaje por esta zona del país es bastante árido. Por eso me sorprendió ver tanta riqueza natural de repente, más aún recién acabado el verano.

Me llamó la atención que vimos un par de tortugas, grandecitas, en medio del campo. Por lo visto es algo normal. La gente ni se sorprendía y las cogía, cosa que no me hizo mucha gracias, porque no he visto animal más vulnerable y ortopédico que una tortuga, por mucho caparazón que tengan las pobres.

Al final del camino, paramos en un llano mu bonito y pintoresco, en el ensanchamiento del valle, con su rebaño de cabras pastando, pescadores en el río, árboles, pradera… Fue un momento como muy Heidi. El pescador nos regaló peces, que alguno de los que venían pusieron al fuego; una muchacha ordeñó una cabra y trajo su botellita de leche… La probé, un poco temeroso pero no me sentó mal. Estaba buena, claro.

Como despedida, paramos en una casa rural, donde una familia de estas de campo de toda la vida sirvió té para los veinte. Los turcos lo celebraron como si nos hubiéramos ido de birras. No en vano, es claramente la bebida equivalente a la cerveza en esta sociedad. No nos cobraron nada, evidentemente. Lo más que tuve que hacer fue aprender una compleja frase de agradecimiento para decírsela a la señora de la casa, como cumplido al despedirnos. Ya no me acuerdo de cómo era.

En cuanto a la convivencia, fue un día muy positivo. Conocimos a varios chavales turcos más. Universitarios, ingenieros todos ellos, muy buenas personas. La forma de ser de la gente aquí está siendo un hallazgo. Son humildes, atentos, afectuosos, súper hospitalarios… Te escuchan con total atención, con verdadero interés y curiosidad, siempre propensos a la risa. Como ya dije, se implican todo lo posible por ayudarte, sin necesidad de ser tu amigo del alma ni mucho menos. Hoy, por ejemplo, hemos estado toda la mañana buscando piso con un chaval al que conocimos ayer mismo, de un rato.

También anoche nos encontramos a tres chavales de los de la excursión del domingo y nos invitaron a su piso. Sacaron Coca-Cola (raro que no fuera té) para once personas, aperitivos y unos dulces caseros gloriosos. Éramos tantos porque hemos conocido al séquito de Erasmus polacos que ha aparecido: nueve, frente a nosotros, los dos únicos españoles (tres, con Laura). Aquí tienen una bebida nacional “rival” de la Coca-Cola, por cierto, que se llama Kola Turca pero que a nadie le gusta. Ya la probaré.

He mencionado que estamos buscando piso porque el nuestro es demasiado pequeño y caro para acoger a gente. No es tanto el precio como la falta de espacio. La diferencia con un precio más razonable, para los turcos, está en poco más de 20 euros mensuales por persona, pero es evidente que nos gustaría organizar nuestras celebraciones y convites, una vez visto que está la cosa regular en la calle. De momento, el piso de los polacos es la sede oficial. Hoy puede que caiga la primera fiesta. Sólo puedo decir que intentaré que la polaca no ponga Los Caños de nuevo…

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