Chipre

Día 1: Gaziantep - Taşucu

Viernes 14. Quedamos a las 10 a.m. en el punto de encuentro habitual: la gasolinera frente a la entrada de la Universidad, la ‘petrol station’ para los amigos. Cogemos el bus urbano hacia las afueras para empezar a hacer autostop, por tercera vez, de nuevo encargándome de planificar los mapas y carteles de la ruta. Nos retrasamos un poco en arrancar pero no importa: tenemos todo el día por delante para llegar a Taşucu, pequeña localidad costera, la única en Turquía desde donde salen los ferrys turísticos hacia Chipre. 392 km y casi 5 horas de camino, según la predicción de Google.

Taşucu
El trayecto es bueno, con autopista todo el rato, y llegamos en poco más de 5 horas y media, gracias a la amable ayuda de los diversos individuos que nos recogieron, casi sin tener que esperar entre uno y otro.

Pretendíamos coger un ferry de los lentos, que echan 8 horas en llegar pero nos venía perfectamente para pasar la noche navegando y llegar por la mañana. Nuestro gozo en un pozo cuando nos enteramos de que no había servicio nocturno por ser fin de semana.

Tras sacudirnos un poco la bajona, decidimos hospedarnos en el mismo puerto de Taşucu (/tachuyu/, /c/ es /y/ en turco), tras echarnos unas risas regateando el precio del hostal con un hombre. Pero no me quiero enrollar más que queda mucho y todavía estamos en tierras turcas.

Día 2: Taşucu – Nicosia – Larnaca

Sábado. Cogemos el barco de mediodía. Tarda unas 3 horas, que paso entre visitar la cubierta exterior de popa y la cabina de pasajeros, entretenido con la película que estaban echando, claramente la versión turca de Días de fútbol. Resulta bonito ver cómo nos alejamos de la costa turca hacia mar abierto y, al ratito, a la izquierda aparece el horizonte de la manga noreste de Chipre.


Atracamos en tierra chipriota (Girne). Control minucioso de pasaportes y ya estoy en otro país. O no. Resulta que Chipre se encuentra dividido en dos partes desde 1974, año en que los turcos se hicieron con la zona norte, tras entrar en guerra con Grecia, país al que pertenece la región sur. En los mapas que he visto, los griegos utilizan la expresión “zona ocupada por Turquía desde 1974” para referirse a ese sector del norte. Cada uno interpreta las cosas a su manera, evidentemente.


Cierto es que sólo Turquía reconoce la llamada República turca del Norte de Chipre, pero si nadie les presiona para renunciar a esa autoproclamación será que tienen algún tipo de acuerdo con la comunidad internacional que equilibra los intereses. El gas, por ejemplo. Me contaron que en su día descubrieron enormes gaseoductos en la isla, suficientes para abastecer a toda Europa durante unos cuantos años. Y que Israel y, cómo no, Estados Unidos, están metidos en el negocio. El caso es que el presidente turco actual, Erdogan, no está tan ligado a los yankis como sus antecesores, pero no conozco más datos al respecto. Lo que son seguras son las malas relaciones entre turcos y griegos, al menos en este contexto.

El sábado pretendíamos dormir en algún lugar de la zona griega. Para pasar al otro lado tuvimos que ir a la capital, Nicosia, y buscar algún punto para cruzar la frontera. En unos pasos, cambio de moneda (de lira turca a euro), de idioma (de turco a griego), de bandera y de continente.

En lo de la bandera se nota la confrontación sociopolítica del asunto: la de la República turca de Chipre es similar a la de Turquía con los colores invertidos, mientras que la de la parte griega no tiene ninguna reminiscencia de la de Grecia, y la suelen mostrar junto a la de la Unión Europea, de la que Chipre es miembro.

Aunque la isla ha estado habitada por varias civilizaciones antes (venecianos, franceses...), se nota la influencia británica (finales del s.XIX, principios del s.XX) sobre todo en que conducen por la izquierda, con el volante en la derecha, y tienen los enchufes de tres clavijas.

El caso es que nada más llegar me llamó la atención el ambiente tan occidental que hay en la isla, tanto en la parte turca como en la griega, según descubriría luego. Occidental en el peor sentido, de capitalismo aberrante, lujo, consumismo, todo el mundo en cochazos, precios caros, turismo masivo y hortera… Es curioso cómo cambia el rollo, cómo volví al otro mundo en un momento, en unos kilómetros. Eché de menos Turquía en cuanto vi el panorama y la actitud de la gente, muy deshumanizada. A todos lados en autobús. Intentas que te cojan haciendo autostop y ni te miran o aceleran aún más (como en España, pa qué lo vamos a negar).

Ya caminando por el lado griego de Nicosia se nos hizo tarde para alcanzar a coger el último autobús para ningún sitio. Otra vez por culpa de la reducción de los servicios de transporte el fin de semana. Al final nos las apañamos bien, gracias a la amabilidad de un contacto que teníamos en Larnaca, ciudad costera. El hombre nos esperaba el lunes, a tres personas, y nos encajamos cuatro y tres días antes. Íbamos a ser las dos lituanas (Greta y Milda) y yo pero al final se vino uno de los checos, Slavek. Presentados quedan pues mis compañeros de viaje.

En el puerto de Girne, tras llegar a Chipre
Aparte de hitchiking (sinónimo de autostop), el otro término viajero que he conocido hasta ahora es couchsurfing, un sistema para ofrecer y solicitar hospedaje (gratuito), en casa de buenos chaveas alrededor de todo el mundo. Me registré estando en Chipre y voy a utilizarlo más a partir de ahora, a raíz de esta buena experiencia.

Como último apunte del segundo día, fui charlando de fútbol con el taxista que nos llevó a casa de Nicolas, el ‘couchsurfer’, y me enteré de que el Appoel de Nicosia está en Champions y va estupendo: primero de grupo, por delante del Oporto, con quien empató el martes. Pasamos por el lado del estadio durante un partido de liga, por cierto. La primera división chipriota tiene 14 equipos y es bastante seguida en el país, con su carrusel deportivo radiofónico y todo.

Día 3: Agia Napa

La playa donde estuvimos, cerca de Agia Napa
50 horas tardé en llegar a algún lugar agradable en el que poder relajarme. Dos días de viaje un poco desalentadores por aquel entonces, tanto por los contratiempos varios como por la falta de feeling con mis “poco animados” compañeros y el panorama turístico de la isla. Larnaca me pareció una versión de Valdelagrana.

Sin embargo, el domingo encontramos ya algo de luz. Nicolas nos recomendó unas cuevas en la costa, cerca de Agia Napa. No las encontramos pero después de andar bajo el Sol un buen rato dimos con una playa estupenda, libre de la devastación de la ciudad, aunque con su macro hotel arriba del acantilado. Puedo decir que es el agua más clara que he visto en mi vida (más que en Varadero), quizá comparable a Zahara de los Atunes, pero menos fresquita.

Por la noche estuve hablando con la madre de Nicolas, una señora mayor que me confirmó el rencor y la apatía que se tienen con los turcos y me contó interesantes puntos de vista sobre “las cosas en el mundo”, hasta que me dijo que sólo Dios puede salvarnos y me vi obligado a hacerme el loco.


Esa misma noche, la segunda y última en Larnaca y con esa familia, conocimos a Eva, una chavala alemana que está con una beca de voluntariado en Palestina y que contactó también con Nicolas para hospedarse en Chipre. Me dijo que no ha tenido ningún problema desde que llegó, que la gente es muy amable. Desmontando mitos de occidente. Algo parecido a lo que me está pasando a mí en Turquía, aunque seguramente ella en una zona de mayor riesgo.

Día 4: Pafos

Nicolas y Eva
El lunes por la mañana nos despedimos de Eva y de Nicolas, muy agradecidos por su hospitalidad, y cogimos un bus para Limassol, otra ciudad costera prototípica de la parte griega, con una primera línea de playa lujosa y turística, dándole la espalda a la parte antigua y gris. Allí establecí mi “campamento base” para las tres noches restantes, pero afortunadamente me moví todo lo que pude. Ese mismo día, nada más llegar, me hice con los horarios de los autobuses e improvisamos tirar para Pafos, aun más al suroeste. Otra población del estilo que os digo.  Con cuatro horas para cogerle el rollo a moverse por la ciudad, visitar lo que fuera y volver, no salió mal, pudimos ver dos de las tres cosas que consideramos interesantes: el castillo del puerto, creado por los bizantinos y usado como defensa portuaria por las múltiples civilizaciones que pasaron por allí a lo largo de la Historia...


 ...y las Tumbas del Rey, una necrópolis del siglo IV a.C. verdaderamente impactante y digna de ver.


Nos faltó ir a una zona de restos romanos llena de mosaicos, al borde del mar, que por lo visto es muy interesante. Pero nos cayó una tormenta ‘tropical’, de estas que descargan en cinco minutos, que nos recomendó renunciar y volvernos para poder coger a tiempo el autobús de vuelta.

Día 5: Troodos

El martes tuve una gratísima compensación al aturdimiento del turismo costero. Visitamos el núcleo de la extensa zona montañosa ubicada en el centro-oeste de la isla: Troodos. En poco menos de dos horas el autobús nos subió hasta casi 1700 metros, aún pudiendo ver la costa de Limassol en el horizonte desde algunas zonas del camino. Pura naturaleza: selva, bosques, cascadas… para demostrarnos la riqueza que encierra la isla.

Como anécdota, quería comentaros que el chófer del autobús enloqueció y nos dejó tirados a todos. Hizo la parada de rigor en Platres, muy cerca ya de Troodos, donde estaba previsto que nos tomáramos 10 minutos para visitar el punto de información, tomarnos el bocadillo… y se fue sin avisar. Todo el mundo relajado, a su bola, y de repente vemos al chófer doblando la esquina carretera arriba, con un solo pasajero según fuentes israelíes (una familia muy simpática que conocí).


Día 6: Kourion


Me enorgullece que llegara al último día sin ningún tic nervioso, después de ser el decisor de todas y cada una de las cosas que hicimos. Ir con gente tan alelá me ha servido para desenvolverme mejor y que se hiciera lo que yo decía, sin caer en la tiranía sino como líder que busca el bien común.

Con eso y con la agradable sensación de haber aprovechado la visita, el último día debía ser algo relajado. Nos quedamos con las ganas de alquilar una bici y dar un vueltaso, pero por una cosa u otra no pudo ser, así que preguntamos por una zona de playa cercana fuera de la ciudad y tiramos pallá.

Encima descubrimos, de suerte, que cerca había unas ruinas romanas de las que me habían hablado, de entre los siglos V y II a.C., con el teatro antiguo más grande de la isla: Kourion.

El día se alargó inevitablemente, porque teníamos pensado salir de marcha y empalmar la noche con el día para tirar temprano hacia Nicosia para coger el vuelo de regreso. Efectivamente, salimos, aunque sin mucho éxito, porque el pub en cuestión carecía de ambiente, al menos ese miércoles. Y aunque no durmiera apenas, la historia del regreso forma ya parte del día 7.


Día 7: Regreso a Gaziantep

Bandera turco-chipriota en la montaña (Nicosia)
La vuelta fue un poco la muerte a pellizcos por el cansancio, pero eso sólo importa en el momento, ¿cierto? Como digo, cogimos un vuelo en Nicosia, la capital, que no parece ser digna de más de un día de visita. Yo la he visto dos ratitos, de paso, para cruzar la frontera.

La compañía del avión es Pegasus, una low cost turca cojonuda que tiene un montón de vuelos nacionales. Es relevante para cuando me visitéis, si pasáis por Estambul, ya que hay 3 ó 4 vuelos diarios a Gaziantep. El vuelo fue milagroso: poco más de media hora. El problema es que volamos a Adana, a 200 km y pico de G'Antep, y se hizo tortuoso esperar al autobús que nos llevaría de vuelta a casa.

Ahora viene el apunte etílico de rigor que le gusta a mi padre. Pude comprar dos botellas de ron (Capitan Morgan y Bacardi Black, no había más) en el duty free a precio español, que es gloria respecto al turco. Pero tranquilo, Jozeluí, que no me lo voy a beber to esta noche.

Sé que es un comentario absurdo, pero quería hacer mención especial a mi compañero Slavek, el checo, que ha pasado a tener un hueco en mi corazón tras no cambiarse de camiseta en la semana entera.

Es jodido quedarme a la vez con la sensación de que me enrollo y de que se me escapan detalles relevantes que contar. Será que ha sido interesante la experiencia de Chipre, como toda esta del Erasmus en general. Hoy me siento afortunado. Todos los días, en verdad, pero hoy estoy reparando especialmente en ello. Pronto contaré más cosas pues :)

3 comentarios:

  1. Jaja. No nos mires, únete! Gracias, Esth... ánonimo individuo

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  2. Ole los viajeros buenos...!
    Gracias por acercarnos esa parte del mundo.

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