¡Buenas! Han
pasado ya varios días desde que llegué y, aunque estoy un poco puteado sin
internet, no he encontrado el momento propicio para ponerme a escribir. Debe
ser que he hecho ya bastantes cosas, entre acomodarme al piso y conocer el
entorno: el centro de la ciudad, el campus y mi zona, que está a las afueras,
frente a la propia Universidad. Voy a llevar un orden cronológico para acordarme
bien de las cosas.
Lo habíamos
dejado en el aeropuerto de Frankfurt. El vuelo hacia Gaziantep fue un poco
desconcertante. A diferencia del primer avión, donde me tocó la espaciosa
primera fila, en éste fui justo en la última. Al estar numerados los billetes,
tampoco tuve especial prisa por entrar. Sin embargo, cuando llegué a mi sitio,
cruzando todo el pasillo del interior del avión bajo la mirada del pasaje, 100%
turco, comprobé que me había quedado sin sitio para meter el equipaje de mano.
Primer encuentro con la barrera idiomática con los turcos. Y primer uso de la
expresión más utilizada hasta el momento: “no turkish”. Tengo que decir que los
turcos son a menudo increíblemente amables para asesorarte o ayudarte a buscar
algo. Más adelante pondré algún ejemplo. Ahora bien, en esta zona casi nadie
habla inglés y se empeñan en seguir dirigiéndose a ti en turco, como si los
fuera a entender por el contexto o algo.
En cuanto a
la maleta, al final la no tan amable azafata me procuró un hueco en la otra
punta, por lo que, cuando llegamos, tuve que esperar a que se vaciara todo el
avión para recogerla. Por lo demás, se me hizo relativamente corto. Me sobé por
necesidad, con cabezadas de estas en las que el cráneo se convierte en un peso
muerto pendular. Tuve suerte, porque me tocó al lado una mujer y su hijo, que
era tan nervioso que la madre me pidió que le dejara mi asiento, el de pasillo,
para que el niño se desfogara pegando sus carreritas. Me despertaron pero me
sirvió para contemplar el paisaje desde la ventanilla, ya en tierras turcas, a
menos de una hora para la llegada. Sobrevolamos una cordillera impresionante,
antes de llegar a la estepa ‘gaziantepera’. Pensé que podían ser los Montes
Tauro, pero ya lo verificaré.
A la llegada,
un control aduanero más minucioso que en La Habana, pero sin echar foto. Casi
media hora esperando, nervioso, pensando qué me dirían a mí si estaban tardando
tanto en dejar pasar a sus propios compatriotas. No pasó nada. Tengo los
papeles en regla. 60 pavos de visado de estudiante, como pa que me pongan
pegas.
Salgo, quedo
con mi compañero Miguel para que me venga a recoger a la puerta de la
Universidad y cojo un taxi. Ni el taxista sabía hablar inglés. “Gaziantep
Universitesi” es todo lo que pudo entenderme. Y no del todo. Se ve que el
hombre se lió un poco y me dio una vuelta del carajo, allende autopistas
varias. 60 liras (NL), casi 30 euros, sin anestesia alguna. Para colmo, poco
antes de llegar, un control policial. Pensé que me iba a cubrir de gloria nada
más llegar pero al final no pasó nada. El ‘taksimetre’ se paró y el taxista
volvió al rato. Me enseñó una factura que parecía una multa de 140 liras que,
supuestamente, le había puesto la policía. Pero tampoco lo vi muy afectado al
hombre, así que nunca pude verificar si era un multazo o un farol para que me
apiadara por la clavada que estaba a punto de meterme.
El piso
está, como digo, enfrente de la Universidad. No tanto de la puerta como de un
pedazo de campo de fútbol con césped artificial, pista de atletismo y gradas.
Mi ‘compadre’ Miguel y yo estamos deseando integrarnos ya con la gente de la
universidad y empezar a echar nuestros partidos. En gran medida, estos primeros
días de adaptación están siendo fáciles por el buen rollo que tengo con mi
compañero. Es un viajero nato y se nota. El mamón absorbe palabras el triple de
rápido que yo, por mucho que lleve aquí una semana más. Ahora que lo pienso, si
hubiera sido el único español en venir, esto sería mucho peor por ahora, realmente.
De vuelta a
la mañana del viernes, me dediqué a organizar mi habitación. Cuando llegué los
muebles tenían una distribución un poco disparatada que hacía que el cuarto
pareciera más pequeño. Ahora lo he tuneado y se está estupendamente. Resulta
muy acogedor, a falta de internet… Ya os enseñaré el piso por video. De
momento, decir que es completamente nuevo. Lo estamos estrenando hasta tal
punto que a mi compañero se le coló un tío, mientras dormía, a colocar un
espejo. Todavía hay polvo de la obra, ya no tanto en el piso como fuera en la
entrada. Se ve que aquí están viviendo ahora el boom inmobiliario. Esta zona
está bastante levantada, con obras por todos lados. En el piso piloto de abajo
trabajan las horas que hagan falta, cerrando contratos de venta y alquiler de
viviendas todo el día.
Cambiando de
tercio, parece que hemos llegado un poco pronto. Las clases empiezan el lunes
(hoy, día que escribo), así que el viernes pasaron de nosotros en la oficina de
Relaciones Internacionales. A cualquier duda, nos emplazaban a la semana que
viene. “Next week” es la tierra prometida: el comienzo de las clases, el
encuentro con los otros Erasmus, la visita a las instalaciones deportivas… Ya veremos
si es así.
El viernes
fue un día intensísimo. Tras la instalación en el piso y la primera visita al
campus, por la tarde tiramos para la ciudad. El centro está a 10-15 minutos en bus.
Aquí los autobuses son completamente diferentes a los Tussam, para los
sevillanos. Son como furgonetas, no precisamente modernas, en las que la gente
va hacinada, normalmente de pie, porque hay muchos más viajeros que asientos
disponibles. El sábado nos cogimos de vuelta uno de los últimos, si no el
último, y me acojoné para entrar. Había menos hueco que en el gol de Ronaldinho
al Chelsea bailando a Carvalho (fin del delirio futbolístico). Al menos el
chofer tiene la amabilidad de no cerrar la puerta pronto, aún con el bus en
marcha, para no guillotinar a nadie.
Por terminar
con el apunte sobre el transporte público, decir que el autobús cuesta “la
voluntad”. Nadie te presiona para pagar, si bien se quedan un poco pendientes.
Hay bonobuses, pero no todos llevan el lector de la tarjeta. En teoría, un
viaje cuesta 1,35 NL para estudiantes (ponle 50 céntimos de euro), pero a veces
nos auto-asignamos ofertas, tampoco muy descabelladas, según lo que tengamos
suelto. Lo más interesante es que, si ves que sólo puedes entrar por la puerta
de atrás, la gente se pasa el dinero de mano en mano hasta el chófer. El otro
día me dieron un billete y unas monedas, que era el cambio para el señor que
estaba detrás de mí. Todavía no hemos probado el tranvía, que llega también a
la misma puerta de la Universidad.
Llegamos al centro por la intuición de Miguel, que había pasado los primeros días en un hotel y sabía, más o menos, dónde había que bajarse. En los autobuses-furgoneta, ni megafonía ni carteles ni nada, obviamente. Las casas de camino hacia el centro suelen ser bloques de dos a cuatro plantas, con una apariencia normal, algo deteriorados, como cualquier barrio obrero construido durante el franquismo. Que nadie piense en adobe y caminos de albero. Todo asfaltado y en condiciones. Si bien, los acabados son mejorables, y algunas zonas están muy poco iluminadas.
Llegamos al centro por la intuición de Miguel, que había pasado los primeros días en un hotel y sabía, más o menos, dónde había que bajarse. En los autobuses-furgoneta, ni megafonía ni carteles ni nada, obviamente. Las casas de camino hacia el centro suelen ser bloques de dos a cuatro plantas, con una apariencia normal, algo deteriorados, como cualquier barrio obrero construido durante el franquismo. Que nadie piense en adobe y caminos de albero. Todo asfaltado y en condiciones. Si bien, los acabados son mejorables, y algunas zonas están muy poco iluminadas.
En el centro
hay un montón de comercios. Llama la atención la cantidad de tiendas de
telefonía móvil, una detrás de otra, pegadas en muchos casos. También hemos
visto locales para jugar a la Play Station 3, básicamente al Pro 2011. 3 liras,
una hora. Está bien. Además, cuando cae la noche se está estupendamente y sacan
sus sofás y sus buenas pantallas a la calle. Un día de estos echaremos un rato
ahí. Durante el día hace un calor increíble, que te recalienta el cráneo y te
ciega los ojos nada más salir a la calle.
Cuando hablaba de la bondad de los turcos, lo decía porque se afanan muchísimo en satisfacer tus preguntas. Ya han sido tres los que, preguntándole por una u otra tienda, se han tomado la molestia de desviar su camino completamente para llevarnos al sitio exacto, con total normalidad. Ayer (domingo) dos estudiantes me llevaron a un ciber a un cuarto de hora andando, porque no me dejaron entrar en el de la residencia.
Cuando hablaba de la bondad de los turcos, lo decía porque se afanan muchísimo en satisfacer tus preguntas. Ya han sido tres los que, preguntándole por una u otra tienda, se han tomado la molestia de desviar su camino completamente para llevarnos al sitio exacto, con total normalidad. Ayer (domingo) dos estudiantes me llevaron a un ciber a un cuarto de hora andando, porque no me dejaron entrar en el de la residencia.
Una de las
mejores cosas que he visto hasta ahora en la ciudad han sido los parques. Hay
uno inmenso en el centro, muy bien cuidado y decorado, escalonado en uno de sus
bordes, con terracitas. Los turcos son muy dados a tomarse algo en terrazas.
Nada de alcohol, que ni lo venden en esos sitios, sino té, café o un refresco.
Por la zona donde vivo hay mucha “marcha” en ese sentido. También en cuanto a
comida, de la que ya hablaré cuando haya probado más cosas. De momento, sólo me
he tomado una torta enrollada con patatas fritas, pepinillo, pollo y salsa
picante. Tú sabes… mejorable.
Al otro
extremo del parque grande del que os hablaba, está el estadio del
Gaziantepspor. Es el principal equipo de fútbol de la ciudad, ya que también
existe el Gaziantep BB, que juega en segunda. El Gaziantepspor quedó 5º el año
pasado, por delante del Besiktas de Guti, y entró en Europa League, donde calló
hace unas semanas en segunda ronda.
Antes de
venir, ya me había informado del próximo partido de los rojinegros (visten de
rojo y negro, vaya) en casa. Cuál fue mi sorpresa cuando me enteré de que era
contra todo un Fenerbahçe, el último campeón de la Süper Lig, corrupciones
aparte. Resulta que el partido se había adelantado al viernes, a las 9 de la
noche. Y ahí que estaba yo paseando, recién llegado, sobre las 6 de la tarde.
Al ver tanto turco con la camiseta del equipo (como la del Milan, Adidas también),
nos dimos cuenta de la movida.
Visiblemente
emocionados por nuestra suerte, fuimos comprobando el ambiente futbolero que
había conforme se acercaba uno al estadio. Nos dirigimos a la taquilla,
asaltados por varios reventas, pero preferimos comprarlas por la vía legal. 15
liras cada uno. Increíblemente barato: 7 euros todo un partido contra el
campeón turco.
Tras ir a
cenar y a dar otra vuelta para hacer tiempo, volvemos al estadio. Ni idea de en
qué zona de la grada nos había tocado, ni por qué puerta debíamos entrar. Tuvo
que ser en el fondo de los aficionados del Fenerbahçe. No pasó nada, salvo
durante la entrada al campo. El sistema de acceso es lamentable, embotellando a
la gente por carriles estrechísimos. Hubo momentos de tensión, con los turcos
protestando a la policía, la gente empujando… pero al final entramos todos
calamitosamente.
Una vez
dentro, tampoco hubo mayores problemas de convivencia entre las aficiones, sólo
algunos piques a distancia entre grupos, en función del resultado del partido.
La afición del Fenerbahçe fue impresionante, animando durante todo el partido.
Se nota que es un equipo grande en el país, ya que había bastantes aficionados
“locales” que iban con el visitante. Como si viene el Madrid a Chapín, vaya.
1 a 3 perdió
el Gaziantepspor, mi 4º equipo ya por lo menos. Aun así, el partido fue
estupendo. No pude evitar pegarme mis cabezaditas en la segunda parte, después
de un viernes increíblemente largo, desde la escala en Frankfurt. Nada que 13
horas de sueño y una siesta no pudieran enmendar.
Hoy es lunes
y empieza la “next week”, así que espero contaros cosas interesantes de los
días atrasados y de la semana que empieza, en la que se supone que tendré
internet de una vez en el piso. Un saludo mu grande.
Qué guay Abel, me gusta!!
ResponderEliminarPero si no hablan inglés como te comunicas con la gente? EStarás echando mano del librito ese de hablar en turco con 100 palabras xDD.
No crees que tienes una extraña semejanza física con los turcos o se ve claramente que eres guiri?
Y tu amiguito nuevo? Presentanoslo, no? De dónde es y esas cosas?
:D me alegro de que te guste, Ángela! Pos de momento los colegas que he conocido chapurrean o hablan aceptablemente inglés. Con el resto, pa relacionarme con la gente en general, he aprendido lo básico en turco pa preguntar precios, dar las gracias o decirles que no me entero xD La guía que me he comprao es un poco ruinera. La de mi colega está mejor. Acabo de subir un nuevo post y he colgao una foto, por cierto. Pa que sepas quiénes son.
ResponderEliminarY respecto a parecer turco... en verdá casi cualquier español podría dar el pego. No hay un estereotipo facial, jabe? xD tu viene pacá y te confunden también seguro. Weno muchacha, gracias por leerme. Un beso! :)