2011, un año demasiado intenso

Pensé en escribir este post intentando darle algo de relevancia pública, que se dice, sin caer en el egocentrismo puro y duro. Pero no creo que sea posible. Siendo un blog de viajes, simplemente quería compartir unas reflexiones del que ha sido un año para enmarcar en ese aspecto.

He visitado 6 países en 3 continentes: Cuba, Italia, Grecia, Turquía, Chipre y Georgia. He hecho colegas, he reforzado amistades que perdurarán y he encontrado a joyas de personas. He perdido de la forma más dramática a gente que quería y me he ganao el tormento eterno. He enlazado meses de intensas experiencias totalmente alejadas de la rutina y he echao de menos el confort del puto hogar y la cotidianidad. Gentes, culturas, climas, entornos… situaciones que colapsan la memoria y convierten a las palabras en un recurso demasiado pobre para transmitirlas.

Pero ni quiero arrepentirme de na de lo malo, aunque me siga doliendo, ni temer por un futuro incierto que dificilmente superará este presente. Hace un año a estas alturas, por ejemplo, no sabía que me iba a ir de Erasmus. Era suplente nº 1 pa Turquía y nunca tuve fe. Pero la suerte hay que buscarla. Y si se me acaba el chollo y me tengo que buscar la vida (entendiendo por ello buscar un trabajo), no pienso lamentarme de la falta de oportunidades antes de echar el currículum…

Feliz Año Nuevo :)

Operación Vuelta a casa por Navidad. Capítulo 2: Girona y Barcelona

Llegué al aeropuerto de Girona de noche y sin hospedaje, pero la suerte que me está acompañando hasta ahora propició que encontrara un albergue cojonudo en el centro. Es de Equity Point, por si alguna vez os sirve a alguno de mis millones de lectores. Allí he pasado dos noches: la de la llegada y otra, antes de seguir mi camino hacia Barcelona, para ver el Barça, y a Zaragoza.

Así pues empleé el lunes en ver Girona. Ver unas cuantas fotos previamente bastó para comprobar que merecía la pena conocer esa ciudad. Efectivamente, es preciosa. Y muy pequeña: me hizo gracia comprobar que te puedes recorrer medio mapa (el centro) en 15 minutos. Así que me tomé el día con calma, dando vueltas.

Cuál fue mi sorpresa cuando, almorzando engloriao pinchos en un Lizarrán (cosa que me hizo recordar inevitablemente a mi amigo er Papa), escuché a un chaval hablar con acento andaluz en una mesa cercana. Hay bastantes andaluces allí, por cierto. No sería nada especial si no fuera porque le escuché decir algo de Jerez. Resultó ser el ‘Agujetas chico’, un gitano del barrio de San Miguel (de la familia de los Agujetas, por si no lo hubierais sospechado). El tío toca la guitarra de vicio. Resulta que compone, produce, da canciones y colabora con artistas de renombre como El Cigala, La Niña Pastori o Pitingo.

Total que nos hicimos colegas y estuvimos el resto del día juntos, nosotros y Jordi, un colega catalán apasionado del flamenco, dedicado al cante, y que resultó tener una voz prodigiosa. Dos artistas, vaya.
Cenamos en casa del Agujetas, en un lugar perdido en medio del húmedo bosque que rodea la ciudad y sus afueras. Luego salí un rato con el Jordi, que se mostró muy amable e interesado en ayudarme. Un tío cojonudo.


Aquí dejo algunas fotos. Comentar que el puente rojo lo hizo el equipo de Eiffel, según me contaron, y que la ciudad tiene una muralla de 4 km. que ofrece preciosas vistas de la vegetación exterior y de la zona antigua, catedralaza incluida en el interior. Todo muy cuidado y con mucho encanto, la verdad. Una chavala sevillana que conocí coincidió conmigo en catalogar a Girona como 'la Granada catalana'.


Mi escala en Barcelona tuvo el único y claro propósito de ver al Barça. Por eso fui sin hospedaje y sin nada planificado que ver. Entre que era la cuarta vez que visitaba la ciudad y que iba solo, me limité a dar un paseo para matar el tiempo antes de tirar para el Camp Nou.

Uno de los criterios fundamentales a la hora de trazar este viaje de vuelta a España fue poder pasar por el estadi para volver a ver un partido, por segunda vez tras presenciar en 2009 el cero a cero ante el Chelsea en 2009, una semana antes del Iniestazo de Stamford Bridge.


Total, que salí muy contento el martes. El del Bate Borisov en teoría era un partido inservible pese a ser de Champions: última jornada de la fase de grupos pero ya clasificados para octavos, a cuatro días del clásico… Así que, con todo el pescao vendido, Pep puso a los chavales de la cantera, que hicieron un partidazo para mi disfrute. Bajo el liderazgo de Pedro arriba, jugaron incluso mejor que los del primer equipo. Y metieron 4 goles. Una delicia.

Tras el partido seguí matando el tiempo, sin sitio donde dormir, pasando un poco de fatiga durante toda la madrugada, caminando alrededor de la estación de Sants, simplemente esperando el primer AVE hacia Zaragoza, tercera escala.

Operación Vuelta a casa por Navidad. Capítulo 1: El viaje de ida

He demorado tanto contar la operación Vuelta a casa por Navidad que me pilla ya en España. Voy a estar aquí prácticamente todo el mes de diciembre. Entre mi buena adaptación a Turquía y el desembolso económico que supone volver, me planteé hacer entre ningún y un viaje de vuelta a la patria en estos diez meses de periplo otomano. Al final la influencia del anuncio del turrón hizo que me decantara por la Navidad para esa visita, aunque no vaya a ser ni mucho menos en el ecuador sino a los dos meses y medio.

Volviendo a incidir en el gran gasto al que obliga la mala conexión entre los países en cuestión, me planteé un viaje completo, que no se limitara a estar las cuatro semanas en Jerez. Al final conseguí trazar un plan que me permitiera aterrizar en tierras catalanas y pasar por el Camp Nou pa ver a mi Barça y luego por Zaragoza, escala obligada desde que supe que le daban la Séneca allí a mi amigo Antonio. Ya luego tiro pa Jerez/Sevilla, pero vamos por partes.

Como sabéis, Gaziantep no tiene conexión directa con España. De hecho, ni Ankara la tiene. Sólo Estambul, con Madrid y Barcelona y por un perraje, normalmente. Desde Antep hay que hacer al menos una escala, normalmente en Alemania, en Frankfurt (como hice en la ida) o Munich.

Sin embargo, hace un tiempo me enteré de la existencia de una conexión de Ryanair entre España (Girona) y Chipre (Lárnaca). Conociendo lo barato que es volar con la compañía irlandesa, si sólo llevas equipaje de mano, me decidí a escoger esa “ruta alternativa para mochileros”. Lárnaca es el destino más oriental de cuantos oferta Ryanair, y su conexión con Girona diría que uno de los trayectos más largos de la compañía. No en vano, Chipre está todavía cerca de la costa siria y de Turquía.

La conexión entre Gaziantep y Nicosia (capital de Chipre) también era asequible (45 €) y rápida (45 minutos), así que enlacé los dos vuelos: ese primero, con Pegasus Airlines, y el de Ryanair que os comento, que salió por 30 € na más. Es sin duda la mejor alternativa para quien me quiera venir a visitar...

Nos situamos pues en el domingo 4 de diciembre. El primer vuelo, sin la menor incidencia, me deja en el aeropuerto de Nicosia (Ercan), el único de la ciudad, en la parte turca. Señalo que es el único aeropuerto porque, como ya conté cuando fui a Chipre por placer, la isla está dividida en dos mitades aisladas, la turca y la griega, y la frontera también divide en dos a Nicosia. El principal aeropuerto de la parte griega es el de Lárnaca, en la costa sur, a unos 70 km. de la capital.

He aquí cuando surge la primera de las incertidumbres de este viaje: cómo conseguir ir de un aeropuerto a otro en las 3 horas de las que disponía, cruce de frontera incluido. Voy a intentar esquematizar el trabado y estresante desplazamiento:
  1. Control especialmente exhaustivo en el aeropuerto de Ercan, con un inesperado cuestionario sobre mi vida entera, aparte del rutinario control del pasaporte.
  2. Taxi aeropuerto Nicosia –> frontera (en el centro de la ciudad).
  3. Cruce de la frontera. La poli turca me pide un papel que me habían dado en el aeropuerto y que resultó ser un permiso especial para pasar, porque justo ese día estaban haciendo “recuento de población”. Paso el control. Cruzo a pie por la llamada “zona de amortiguación”, una especie de barrio fantasma, territorio de nadie (bueno, custodiado por la ONU) con varias casas abandonadas y derruidas, posiblemente habitadas en tiempos de no confrontación. De paz, vaya.
    Fronteras, controles policiales, zona de amortiguación... suena todo demasiado hostil, como si sólo fuera la mediación de “la comunidad internacional” lo que está evitando un enfrentamiento bélico. Es alucinante el aislamiento entre las dos mitades de Chipre, con sus formas de vida, creencias, culturas... tan diferentes. Es sin duda un caso más digno de estudio, entre los “sinsentidos del ser humano”. En fin, paso también el control de la poli griega, algo más desconfiados y, con el tiempo encima, pillo un...
  4. Taxi frontera -> estación de autobuses, donde por 5 minutos pude coger el...:
  5. Autobús Nicosia –> aeropuerto de Lárnaca, clave para ahorrarme la pasta de un taxi entre ambas ciudades.
Con la suerte de mi lado durante todo el día, camuflo unos zapatos entre abrigos y la mochila pesa 9,9 de un máximo de 10. To pa' dentro como equipaje de mano.

El segundo vuelo fueron 4 horas pero se me pasaron bastante rápido. Conocí a una interesante pareja de periodistas, que resultaron estar especializados en Oriente Medio. Me contaron que trabajan para AFP (Agence France-Presse), una de las más importantes agencias de noticias a nivel mundial. Ella nació y se crió en Líbano. De padre libanés y madre española, cuenta con 3 lenguas maternas: francés, español y árabe. Me contó que lleva 24 años de profesión, y que a veces se quema porque todo en los medios es una gran mentira. Por lo menos, lo reconoce. Él, fotógrafo, estuvo en Irak cuando el meollo del bombardeo yanki.

En fin, una muy interesante compañía que, junto al periódico y su crucigrama me mantuvieron distraído hasta casi ni darme cuenta de que aterrizaba, como si nada, de nuevo en España...

Laura

Taşev
Ponle que fue un veintitantos de septiembre cuando la conocí. Yo acababa de llegar a Gaziantep. Tampoco tengo claro si fue la primera, la segunda o la tercera semana. Lo que sí recuerdo es mi expectación por conocer a esa chavala española de la que nos habían hablado en la facultad. Mucho más nítida queda en mi memoria la primera imagen de Taşev, la asociación donde trabajó hasta hace poco, hasta que se le acabó la beca. Recuerdo los pasos hacia la fachada de aquel bonito edificio en pleno centro, con aquel cartel que decía ‘Welcome home! Laura & Lau’, con las banderas española y lituana, por su tocaya.

Lo primero que conocí de ella fue en verdad su voz, a través de alguna ventana del piso de arriba, explicando algo en plena clase. Enseñando español a turcos, así básicamente se ha ganado la vida sus cinco meses en Turquía. Y puestos a recordar esos orígenes, lo que nunca olvidaré es aquella primera impresión, refrendada día a día hasta hoy –nuestra despedida–, de tener ante mí a una persona arrolladoramente expresiva, sociable y con el más sincero interés por la vida.

Yo me considero tímido. Cuando no conozco a alguien, tiendo a mimetizar su comportamiento, pero en aquel primer encuentro me vine un poco abajo. Me acojonó ver su desparpajo y su total aclimatación al sitio, frente a mi condición de recién llegado y despistado. Suerte que hemos tenido tiempo suficiente para conocernos y mostrarnos tal y como somos, que es cuando se puede decir que ha cuajado una amistad. Con poca gente como con Miguel y con ella he podido soltarme a gusto con mis ironías, mis canturreos –que tanto la frustraron por pegadizos–, y mi peculiar jerga de mis colegas de Jeré, de la que sé que también se lleva algo. También quiero agradecerte haber soportado mis estreses viajeros y mis penas del diario.
Mohamed, Laura, Miguel y yo en una excursión al campo de los primeros días
Quien haya seguido mínimamente el blog sabrá que Laura ha sido mi compañera de viaje estos dos meses y pico. Este post, además de para desahogarme y dedicarle unas palabras, es para contar lo relevante que es esta muchacha. Ya no para mí sino para todo el que la conozca, porque aseguro que nunca he visto a alguien con tal don de gentes y habilidad comunicativa. La tía se las apaña para cautivar a propios y a extraños (“a turcos y a Erasmus”) con sus cuatro nociones de turco y su inglés tan característico, con buena base y ningún apego por la pronunciation. Las barreras idiomáticas las compensa con un lenguaje corporal que roza lo cansino, motivo de no pocas parodias. Cómo olvidar su dominio del Spanglish, incluyendo traducciones literales de refranes y frases hechas tan deliciosas como “You are always with the same cantinela”.

Después de estas breves pero necesarias pinceladas, me vuelvo a dirigir a ella, a ti. Aunque hace un rato me has dicho que no te gustan las despedidas, yo nunca he podido autoengañarme. Por eso estoy triste, por sentir tu pérdida, aunque le hayamos querido quitar importancia porque nos veremos en verano. Ya te he dicho que va a ser extraño no verte en esos seis meses que me quedan. Perder la referencia de una persona sensata, alegre y cariñosa como tú va a ser un poco como perder el norte. No estoy insinuando que, por edad, hayas suplantado algunos rasgos de mi madre. No hombre sí, lo acabo de insinuar. Pero es mentira, arcadaş.

Creo que podría escribir algo más, pero me he dejado el pijama debajo del vaquero y estoy pasando un viaje de calor en el autobús [Diarbakır - Gaziantep]. Permíteme una mención especial, dentro de esta mención especial, a tu madre, por leer mi blog con demostrada atención y darse cuenta de que la imagen del fondo son vasijas marroquíes (para hervir el cuscus creo que me dijiste). Ya sospechaba yo que no tenían que ser muy de aquí, pero dan el pego (o van “al pelo”, como tú dirías).

Quisiera pues terminar ofreciéndole una canción que me entusiasma últimamente y que creo que sirve para volverte a decir un hasta luego con buen rollo. Exijo algún tipo de respuesta al respecto, jovencita!

Diez días en el noreste de Turquía y Georgia

Sin más preámbulos que lo que comenté en el post de antes de irme, procedo a contaros cronológicamente este, mi último viaje. Tras varios días de elaboración y otros tantos de problemas técnicos, me ha quedado un texto largo, pero el viaje también ha sido así :)

Día 1: Gaziantep – Amasya

Salimos de la estación de autobuses (otogar) de Gaziantep en la tarde del jueves, pero incluyo ese primer tramo como parte del viernes, el primer día enteramente aprovechado del viaje. 12 horas de autobús por delante hasta Amasya, una ciudad no muy grande situada entre montañas, en el norte pero todavía a cierta distancia del Mar Negro.

Ahora que ya ha pasado, tengo que reconocer que el camino fue un poco infame. Nada de autopistas en casi todo el trayecto. Cruzamos el país entero, de sur a norte, por carreteras que en España serían más comarcales que nacionales. Aun así las vistas se vuelven magníficas a partir de la mitad del recorrido, con el entorno cada vez más nevado. No me esperaba encontrar nieve tan pronto, pese a que el termómetro bajó en plena noche hasta 1ºC. Recuerdo especialmente despertarme de la última cabezada con la imagen impresionante de ir de repente entre colinas nevadas infinitas, con el horizonte cubierto por la niebla. Luego me acojoné un poco porque poco antes de llegar atravesamos un puerto de montaña bastante imponente, no ya por las curvas sino porque la carretera estaba helada.

Al llegar a Amasya nos reunimos, los tres españoles, con el resto de nuestros amigos, que habían llegado unas horas antes. Algunos de ellos tenían la intención de emprender el camino hacia Georgia nada más llegar, pero la belleza del sitio les convenció para quedarse allí el primer día. Para muestra, las fotos.


Por la noche conocimos a una pareja de jóvenes que habíamos conseguido que nos hospedaran. Fue todo un triunfo conocerles, ya no sólo por la enorme hospitalidad que hay que tener para meter a extraños en tu casa sino porque resultaron ser muy interesantes personas. Ella psicóloga, como Laura, y con muy buen nivel de inglés. Él, profesor, futbolero y muy interesado en política, sociología… Totalmente ateos y asqueados de la religión, se habían casado pocas semanas antes para evitar tener que esconder que estaban viviendo juntos.

Tras charlar amistosamente y cenar, una vuelta por la ciudad antes de ir a dormir y despedirnos de ella. Un té de manzana (elma çay), fruta muy típica en la zona, y varias cachimbas (nargile), también de ese sabor, sirvieron para cerrar este primer y largo día.

Día 2: Amasya – Trabzon

Dejamos Amasya para iniciar un día de clara transición, empleado en avanzar hacia el este hasta llegar a Trabzon, ya a orillas del Mar Negro y a unos 450 km, distancia suficiente para consumir todas las horas de sol sólo con el desplazamiento.

Todo lo hicimos en autostop, como ya es costumbre. Definitivamente, es facilísimo viajar así en Turquía. Es curioso que todo el mundo advierte de que es peligroso pero también la mayoría de la gente está dispuesta a subirte amistosa y servicialmente.

Cubrimos todo el trayecto en sólo dos coches. Primero un chaval nos llevó de Amasya a Samsum, al norte, logrando contactar con la carretera que bordea toda la costa del Mar Negro. Luego una pareja que venía de Estambul nos montó justo cuando estábamos a punto de cambiarnos de sitio. Tuvimos suerte.

Un porrón de kilómetros hasta Trabzon, siempre con el mar a la izquierda y la verde montaña a la derecha, por una autovía a menudo interrumpida por poblaciones costeras con amplias bahías y paseos marítimos. Un camino muy bonito, vaya.

Miguel, el 'fichaje' Benjamin, Filip y yo
El primer contacto con Trabzon consistió en dar una vuelta por el centro y buscar alojamiento y algún lugar para la fiesta, pa eso era sábado y habíamos tenido un día de aturdimiento. Ni con las vacaciones estas del Bayram se animan los turcos, que en el norte del país siguen teniendo un concepto bastante distinto de la diversión en sociedad, para mi desgracia.

Aún así, unos chavales que conocimos nos procuraron una especie de fiesta privada, un poco desconcertante. Improvisaron unos camareros y un DJ antipático que cortó el rollo en seco a las 2. Por lo menos conocimos a Benjamin, un personaje que creo que se merece una mención especial por ser el primer turco que veo que va de to menos sereno.

Día 3: Trabzon

Del día entero en Trabzon se nos fue medio esperando a las tías. Nos habíamos dividido para dormir: Miguel, Filip y yo en un hostal y ellas en casa de una chavala turca. Seis muchachas acicalándose una a una y claro… perdimos toda la mañana.

En definitiva, ese día lo dedicamos más a esperarnos mutuamente que a ver cosas. Lo más relevante, sin duda, fue comprobar el extraordinario ambiente futbolero que hay en la ciudad. Era día de partido y los aficionados empezaron a pasear por las calles desde por la mañana, con algún atuendo con los colores tan característicos del Trabzonspor: celeste y grana. Hay verdadera devoción por el equipo. La ciudad y el club están totalmente integrados. Comparten escudo, colores, sentimientos... Ante tal ambiente, me permití el capricho de comprarme la camiseta.

Pasamos por el estadio pero nadie más aparte de mí quería entrar al partido, así que decidí hacer un esfuerzo y renunciar para poder seguir viendo la ciudad con el resto de la gente. Lo peor que pude elegir. No hicimos más que andar por calles grises hasta un museo de escasita importancia, la verdad. Terminé enloqueciendo por estar perdiéndome el partido y tiré para el estadio con Laura y Filip. Conseguimos que nos dejaran entrar y ver los últimos 15 minutos, suficiente para quitarme la espinita y vivir aquel ambiente magnífico.


Como último dato futbolístico, decir que en el Trabzonspor juega Zokora (el que se 'desmaya' en el video), ex del Sevilla, y que el equipo está este año en Champions (en el grupo del Inter), ya que la temporada pasada quedaron segundos, por detrás del ¿corrupto? Fenerbahçe.

Aquí dejo las fotos del resto de cosas que vimos ese día en Trabzon.


Día 4: Trabzon – Hopa

Otro día dedicado a desplazarnos. Decidimos dormir en Hopa, uno de los últimos pueblos costeros antes de la frontera con Georgia, para cruzar al nuevo país al día siguiente, con toda la jornada por delante.
Paramos a comer en Rize, donde nos deja nuestro amable primer conductor, que nos invita a comer pescaito del bueno: boquerones, salmonetes y pijotas. Primera vez que lo probaba en casi dos meses en Turquía, más allá de las latas de atún (muy caras). Yo no soy mucho de pescao pero fue gloria bendita. Ya apetecía, después de tanto kebab de pollo y sopas extrañas de cordero.


Ya en Hopa, nos recibe un vendaval del copón. Vemos el atardecer y nos ponemos a buscar hospedaje. Nos fallan los dos couchsurfers que teníamos apuntados y activamos inmediatamente el plan B: hostales de mala muerte (que diga, baratos). Preguntamos en un par de sitios que resultan ser prostíbulos, pero no nos convenció el asunto y optamos por un hostal de los normales, negociando el agua caliente y la calefacción. No es broma. Al final elegimos la tarifa “sin lujos”, para que no se fuera del presupuesto.

Por lo demás, Hopa es un pueblecillo de mala muerte. No sabíamos ni dónde estaba el centro, que debía ser la calle de los burdeles. Lo pasamos muy bien de todas formas, primero con unos colegas que hicimos en una licorería, que nos invitaron a las últimas botellas de vino, y luego lo mismo en otra tienda, con otra gente. Fue una de las pocas situaciones que me han recordado a España hasta ahora: el padre de familia ‘esbardao’ abonado al bar 24 horas…

Día 5: Hopa – Batumi

En la mañana de este quinto día vivimos la situación más peliculera de todo el viaje. Resulta que el amable señor que nos invitó a pescaito frito el día anterior iba a Georgia también ese día, el mismo que nosotros. Así que nos dio su móvil y quedó en llamarnos cuando pasara por Hopa, para recogernos y tirar para Batumi, la ciudad georgiana donde íbamos todos.

Tras varias llamadas, con una actitud desconcertantemente servicial, se presenta en el pueblo aquel señor. Pero no solo sino con tres amigos más y en dos lujosos coches. Las pintas de armarios empotraos de todos ellos no ayudan a confiar mucho. Tampoco que nos tuviéramos que separar en dos coches. Viendo el panorama, empezamos a bromear con que nos iban a secuestrar para vender nuestros órganos y demás movidas. Aquí tenéis un video despidiéndome de mi familia.


Llegamos a la frontera, nos reencontramos todos y decidimos separarnos de aquellos individuos. Los ‘mafiosos’ cruzan como Pedro por su casa, saludando a los policías… Nadie nos exige pasar el equipaje por el escáner, y tengo mis dudas de que les pidieran el pasaporte a los cuatro personajes en cuestión.
La primera impresión al cruzar al lado georgiano fue horrible. Gente de aspecto pobre nada más que acechando, un nota con una pistola pequeña, un chulo con su puta… y los mafiosos. Cuando decidimos separarnos de ellos hubo un último detalle sospechoso: nos dijeron que no habían autobuses hasta Batumi, y comprobamos que salían cada diez minutos.

Cogemos uno y nos encajamos allí de momento. En el camino, justo antes de bajarnos, nos encontramos andando por la calle a Slavek, el checo con el que fui a Chipre. El nota se había tirado hora y pico mirando cada autobús que pasaba a ver si íbamos en él. Había estado viajando solo, con el móvil no operativo y sus inseparables chanclas con calcetines. Con esta magnífica incorporación nos damos una vuelta por el paseo marítimo. Preciosas vistas para todos lados: en uno el mar y a la espalda enormes montañas nevadas, un paisaje que casi no nos abandonaría en nuestros días en Georgia.

Con la noche ya encima, nos reunimos con el resto del grupo y cenamos juntos. Ahora es cuando os tengo que hablar de la cosa más infernal que he vivido en Georgia. Ni el frío ni na. Hay una especia que en español se llama cilantro y que se la echan a todas las comidas. Es la cosa más repulsiva que he probado en mi vida. No voy ni a intentar describir su sabor porque acabé verdaderamente traumatizado. Nos jartamos de pedir khimkali, el plato más típico sin duda en Georgia. Son unas bolsas de pasta rellenas con pésima carne picada, queso ultrasalado o patata, la única combinación aceptable, por no llevar la dichosa especia. Entre las fotos del día 5 hay alguna del manjar este que digo...


Esta fue sin duda la noche más dura del viaje. La cena me provocó una fatiga brutal en las pocas horas que pude descansar, ya que tocaba madrugón. Para colmo se fue la luz en el cutre hostal y pasamos la noche en penumbra y sin calefacción ni agua caliente.

Al menos la cerveza estaba baratísima: 1 GEL (lari) por jarra, prácticamente lo mismo que en liras. 40 céntimos de euro. Se nota en la mentalidad de la gente en Georgia el toque europeo, soviético concretamente, y cristiano, religión mayoritaria en el país. 

Día 6: Batumi – Gori – Tbilisi

Como digo, Georgia es un país que perteneció a la Unión Soviética. De hecho, en Gori, primera escala de este sexto día, nació Stalin. No entramos a 'su' museo porque era caro y nos dijeron que no merecía tanto la pena. Sí vimos su supuesta casa de la infancia y el tren donde supuestamente viajaba.
Entre las fotos siguientes, el pueblo de Gori y unas cuevas de las afueras.


Con la noche ya cayendo, poco más allá de las seis de la tarde, tiramos para Tbilisi, la capital de Georgia. Teníamos la referencia de un hostal de ambiente juvenil en el que el precio era la voluntad, y para allá que fuimos. Efectivamente, fue todo un hallazgo, con personas de todos lados (alemanes, checos, australianos, rusas, estadounidenses…) y un ambiente ciertamente fiestero. El Nest Hostel, que se llama, se convirtió en nuestro ‘campamento base’ y terminamos pasando allí dos noches más.

Día 7: Tbilisi

La reventaera acumulada en el cuerpo nos hizo decidir tomarnos un día de relax, sin despertadores y sin movernos mucho. Así que este día lo dedicamos a pasear y a conocer el casco antiguo de Tbilisi.


No soy yo muy de echarle cuenta a los monumentos religiosos, más allá de su tremendo valor arquitectónico muchas veces, pero me llamó especialmente la atención la catedral de esta ciudad, por su simetría y su sencillez. También por la particular decoración interior, ya que es un templo ortodoxo, como casi todos en Tbilisi.

Aprovecho ahora para presentaros a mis más cercano grupo en este viaje, el Chupacabra’s Team, formado por los tres españoles, los dos polacos más molones (Filip y Agniezska) y Slavek. Aunque fuimos doce, nos dividimos en dos grupos después de la experiencia caótica en Trabzon. El nombre viene porque fue la primera palabra que soltó Filip en español. A saber cómo, cuándo y dónde ha aprendido ese disparate.

Día 8: Tbilisi – Kashvegi

Teníamos entendido que el norte de Georgia era una zona digna de ver, por sus paisajes naturales y montañosos, así que decidimos visitarla. Pero antes, quisiera compartir con vosotros la canción infantil tan magnífica que tuvo la bondad de compartir con nosotros cierto taxista georgiano:


De nuevo empleamos buena parte del día en viajar, ahora a esa parte norte, Kashvegi. En concreto a un pueblo llamado Stepantsminda, situado entre imponentes montañas de más de 3.000 metros, las cercanas, y 5.000 y pico las más altas.

La noche llega de nuevo pronto, pero es demasiado temprano para dormir, así que nos limitamos, Filip y yo, a echar las horas jugando a tavla, nombre turco de este entretenido juego de mesa, muy popular en Turquía, que quizá conozcáis como backgammon, su nombre más internacional. Y con poco más consumimos el tiempo de este octavo día, antes de ir a la cama, esperando explorar aquellas impresionantes montañas al día siguiente.

Día 9: Kashvegi – Tbilisi

Tengo que decir que tuvimos mucha suerte con el tiempo a lo largo de todo el viaje. No nos llovió ni una vez, pese a la fama lluviosa del Mar Negro. Aún así, está claro que la suerte es un concepto relativo: la mujer del hostal de Kashvegi nos consideró afortunados por levantarnos a -6º C ese día, en lugar de los -11º C que dijo que habían tenido varios días atrás. Nada que cinco capas de ropa más el pijama debajo del pantalón no pudieran combatir. Por cierto, la mujer que llevaba el hostal (y el hostal) se llamaba Nazi y era judía…


Teníamos planeado ver varias cosas este helado y nevoso día de senderismo. La más llamativa, al menos para mí, la frontera con Rusia. Estaba bastante cerca, lo suficiente como para que nos decidiéramos a emprender el camino andando. En el trayecto nos recogió un autobús de obreros que probablemente iban a currar a Rusia y nos dejaron justo al lado de la frontera, en un monasterio que queríamos visitar por su supuesta importancia y que resultó un poco fiasco para tanta expectación.

Lo guapo fue caminar justo hasta la frontera. Intentamos pasar a tierras rusas, aunque fuera para asomarnos y decir que estuvimos, pero no nos dejaron ni echar fotos (aunque las hicimos). Me dan coraje los países estos que quieren ser europeos, asiáticos y ellos mismos según su conveniencia, como Rusia, Israel (!) o la propia Turquía. Si fueran europeos de verdad habríamos podido entrar con el DNI o el pasaporte si un visado especial ni movidas de esas. Total, que nos volvimos para atrás y vimos unas cataratas, heladas por estas fechas, que merecieron la pena de andar con los pies fríos entre la espesa nieve.

De vuelta al pueblo tuvimos tiempo todavía de subir a un monasterio situado en la cima de una montaña cercana. La falta de oxígeno se hizo notar bastante en la subida. Acabé extenuado hasta el punto de que me perdí de mis compañeros, una vez arriba. Pensé que habían pasado de mí y se habían vuelto, y decidí bajar solo.

Nada más iniciar el camino de vuelta vi que bajaba un todoterreno, así que intenté pararlo a ver si tenía la bondad de montarme y ahorrarme el descenso andando. Eran tres tíos, que dijeron estar en una misión diplomática (les faltó decir ‘secreta’) y que no les estaba permitido llevar a nadie. Los maldije intensamente pero al final se pararon 20 metros más adelante y me subieron con la condición de no decirle nada a nadie…

El coche llevaba fuera una pegatina de la bandera de la Unión Europea y unas siglas que no recordé. Dos de los ocupantes, treintañeros, llegaron a hablar hasta en cinco idiomas durante el camino: georgiano, ruso, perfecto inglés y algo de rumano e italiano. El conductor, un hombre más mayor, era italiano y también hablaba bien inglés. Me acojoné un poco con tanto secretismo porque nadie llegó a explicarme nada.

Por no perder el hilo de lo de los idiomas, comentar que el georgiano tiene un alfabeto propio muy curioso. Creo que no se parece demasiado al ruso pero la mayoría de la gente habla esta segunda lengua también. Nosotros tuvimos suerte porque por lo visto el ruso se parece al polaco, así que Filip y Agniezska se apañaban bien para comunicarse con la gente, sobre todo Aga, que ha dado clases de ruso. También las lituanas lo controlan un poco, ya que Rusia y Lituania son países vecinos.

Volviendo a la jornada 9, al final vuelta a Tbilisi para pasar la última noche en la capital, penúltima de nuestra estancia en Georgia.

Día 10: Tbilisi – (tren a) Batumi

Kenny
Pensando ya en volver, con el billete del tren nocturno de vuelta comprado, el último día en Tbilisi volvió a ser relajante, viendo cosas antes de irnos. Aquí destacaría a Kenny, un chaval muy curioso que conocimos gracias al sistema de hospedaje del couchsurfing. Es de EEUU (de Los Ángeles), de ascendencia y rasgos japoneses. El tío es un deportista semi-profesional. Ha corrido maratones por todo el mundo, representando a Japón, y le ha llegado a vestir Nike, cuando vivía en EEUU. Me gustó su forma de ser: sencilla, tranquila y simpática. Con él estuvimos casi todo el día dando vueltas, hasta que llegó la hora de tirar para la estación e iniciar el camino de regreso.

Tocaba rehacer la ruta de ida, en el sentido contrario. El tren nocturno nos dejaría en Batumi a primera hora del lunes, con tiempo suficiente para tirar de vuelta a Trabzon, desde donde debíamos pillar el autobús a Gaziantep.

Pero antes que nada, una segunda entrega de fotos de Tbilisi...


Así que nuestra última noche la pasamos, como digo, en un tren atestado de asientos-cama, más confortables de lo que el reducido espacio invitaba a pensar. Conocimos a varias personas más. Entre ellas a dos rusos que venían de Moscú, camino de algún lugar para hacer negocios. Probablemente estaban drogados, porque no pararon de ir para un lado y para otro, diciéndome todo el rato que les llamara cuando fuera a Moscú. Uno de ellos me dio su móvil y me enseñó una foto de una modelo, diciéndome que me podía conseguir una chica así cuando le visitara. En fin, más gente extraña del rollo corrupto de los de la frontera.

Una vez en Batumi compré algo de vino antes de abandonar el país. El vino georgiano es muy bueno por lo visto, pero yo ya he probado el que compré y bien podría pasar por un cartón de Don Simón.

En Georgia son dos horas más que en Turquía (tres más que en España), así que al cruzar la frontera le ganamos tiempo al reloj, que tampoco hizo falta porque íbamos bien. Sin mayores novedades que los cinco coches que necesité para llegar a Trabzon, muy rápido, eso sí, nos dimos una vuelta y tiramos para la estación. Nos esperaban en teoría 17 horas de autobús que, por si no fueran suficientes, se convertirían en 20.

Día 11: Batumi  Trabzon – Gaziantep

'Tavla' de papel que hicimos para jugar en el autobús
Este último día se puede identificar simplemente con el soporífero viaje de vuelta. Como digo, se fue el asunto hasta las 20 horas de viaje. El motivo no fue otro sino que el chófer se equivocó y pensó que estaba conduciendo un autobús urbano, parando en cada pueblo, estación de servicio, restaurante y cuneta en medio del campo.

El caso es que llegamos y dejé atrás el viaje más duro que he hecho hasta ahora en mi vida. 12 días fuera de casa, con desplazamientos casi diarios, sin ningún tipo de lujos y a veces sin cosas básicas… Uno termina deseando volver al confort del hogar.

Pero bueno, pese a las numerosas situaciones de estrés que se sufren, este tipo de experiencias son de las que cobran importancia en la memoria conforme pasa el tiempo. Viajar te hace crecer como persona, te pase lo que te pase. Por eso me gusta. Pero bueno, ahora toca relajarse un poco y contener el gasto, que viene la operación ‘Vuelta a casa por Navidad’.

Bayram: vacaciones en el Mar Negro y Georgia

Mañana (hoy, con esto de que escribo de madrugada) partimos hacia el Mar Negro, la región noreste de Turquía. Va a ser el primer viaje gordo en cuanto a duración, distancia, recorrido... Cruzamos el país de sur a norte, vaya. Esperamos estar fuera entre diez días y dos semanas, visitando la costa siempre hacia el este, buscando alcanzar la frontera con Georgia y tener la oportunidad de visitar también ese país.


Aunque Miguel y yo tenemos más bien pocas obligaciones académicas, entre los que vamos hay quien trabaja, tiene clases... El caso es que ahora hay unos días de vacaciones a nivel nacional (Bayram), del 6 al 9 concretamente, por una festividad religiosa musulmana, que aunque Turquía es un país laico se nota la influencia de la religión mayoritaria, como en España con el cristianismo. Podríamos decir pues que son los días equivalentes a nuestra Navidad. La gente aprovecha para volver a su ciudad de origen y eso.

Un amigo me contaba esta tarde que tienen dos grandes fiestas nacionales religiosas  al cabo del año: esta, Eid al-Adha, traducible como 'Celebración del sacrificio' (de un cordero) y Eid al-Fitr, que marca el fin del ayuno del Ramadán, cuya fecha varía para nosotros por utilizar el calendario musulmán, que es lunar y tiene 11 días menos que el nuestro, solar, que se llama gregoriano. Qué curioso, oiga.

Volviendo al viaje, he estado intentando encontrar hospedaje en varios lugares del camino, desde Amasya a Tbilisi, la capital de Georgia, mediante el sistema este del couchsurfing. Quizá nos acoja alguien en Trabzon y en Rize. Aunque lo he solicitado demasiado a última hora, sería estupendo encontrar a alguien más, teniendo en cuenta que no tenemos garantizado un techo para casi ninguno de los días, de momento. Algunos de los compañeros con los que voy son entusiastas de la acampada libre, pero yo tengo mis dudas sobre los límites de este tipo de aventuras...

Salgo a las 20:30 de Gaziantep y llego a Amasya por la mañana del viernes. Unas doce horas de autobús. Pocas cosas previstas y mucho que ver. Toda la información que tengo sobre esta región del país es que hace mucho frío, llueve siempre y hay paisajes naturales muy bonitos por todos lados.

De Georgia sí que sé poco, por eso me voy a llevar algo para leer al respecto. Sólo sé que limita al sur con Armenia y al norte con Rusia. Y al este con Azerbaiyán según veo en este instante. Ah, y que está el problema político de Osetia, con la parte norte rusa y la sur perteneciente a Georgia. El conflicto se da porque los osetios se consideran un grupo étnico diferente y no identificado con ninguno de esos dos países.  Suena to mu exótico y mu peligroso, ¿cierto? Intentaré no meterme en líos. Esta vez me llevo la libreta para escribir durante el viaje, con la frecuencia que pueda. ¡Os cuento a la vuelta!

Yesemek, XIV a.C.

Con el ajetreo de la mudanza y la instalación en el nuevo piso, este fin de semana tocaba un viaje corto, en el día. Ayer estuvimos en Yesemek, una pequeña población a unos cien kilómetros al suroeste de Gaziantep, interesante por ser taller y exposición de unas esculturas antiquísimas, nada menos que de a partir del s. XIV a.C., de la época de los hititas, un pueblo que prosperó durante varios siglos por Turquía y el Mediterráneo oriental, lo que hoy es SiriaLíbanoIsrael, Egipto...


Como podéis ver en las fotos, los paisajes del valle y las montañas de alrededor fueron un valor añadido para echar una buena tarde. También la familia que nos recibió y nos invitó a té, que viene a ser lo mismo. Presento a mis compañeros, por cierto: aparte de Miguel y Laura fui con una chica polaca, Agniezska, y Osman, un nuevo amigo.

Si sigo engloriao es, en buena medida, por el talante de personas como él. Turcos o kurdos, aquí la gente conserva la inocencia, la curiosidad y la espontaneidad propia de la infancia. Ese trato cercano y transparente me resulta increíble. Ayuda mucho a sentirse a gusto y marca la diferencia con las cosas malas de "occidente".

Ayer en el camino de ida un tío de la calle nos procuró un autobús gratis porque el chófer era su amigo, y esperó con nosotros a que llegara para comentarle la situación (estudiantes, extranjeros, sin dinero...). Uno de muchos ejemplos de hasta dónde se implica cualquier persona por una simple pregunta, ante cualquier cosa que necesites. También hay gente apática, como en todos lados (los caseros...), pero bueno.

Por cierto, se avecinan unos días de fiesta nacional (bayram) que vamos a aprovecha para hacer un viaje de los buenos. Ya os cuento antes de irme :)

Adiós piso, hola 'Erasmus Block'

A inspiración de mis colegas Fran y Agu, que me han pedido alguna foto del piso, sus vistas y tal, aprovecho para subirlas a modo de homenaje, ya que mañana (o pasao) me mudo.


Ya había hecho alguna referencia a que hemos estado buscando piso en las últimas semanas. Al final no ha podido salir mejor la cosa. Nos mudamos casi todos los Erasmus en bloque, nunca mejor dicho: al mismo bloque. Los otros también estaban a disgusto en la residencia y un amigo turco, Feysel, nos ha encontrado un sitio nuevo, tanto que tenía pisos suficientes para los 12 que nos vamos pallá: cinco chavalas y un chaval polacos, dos checas, las dos lituanas y los dos españoles. Todos menos Slavek, el checo que vino a Chipre, que sigue en Babia me temo. 6 pisos para 2, vaya.

Miguel y yo nos hemos quedado con el que tiene el salón más grande (salón-cocina, como todo 'stüdyo' o 'piso de estudiantes' aquí), por lo que la gente ya lo ha designado extraoficialmente como el piso para las fiestas. Nosotros pasamos a pagar 200 liras menos (80 €) por un piso más grande. A 10 minutos más de la Universidad pero bueno, creo que ya comenté que no tengo clases porque son en turco. Sólo doy Turkish los jueves (en inglés, claro).

Y nada, ya os contaré qué tal en el Erasmus Block. Un saludo!

Chipre

Día 1: Gaziantep - Taşucu

Viernes 14. Quedamos a las 10 a.m. en el punto de encuentro habitual: la gasolinera frente a la entrada de la Universidad, la ‘petrol station’ para los amigos. Cogemos el bus urbano hacia las afueras para empezar a hacer autostop, por tercera vez, de nuevo encargándome de planificar los mapas y carteles de la ruta. Nos retrasamos un poco en arrancar pero no importa: tenemos todo el día por delante para llegar a Taşucu, pequeña localidad costera, la única en Turquía desde donde salen los ferrys turísticos hacia Chipre. 392 km y casi 5 horas de camino, según la predicción de Google.

Taşucu
El trayecto es bueno, con autopista todo el rato, y llegamos en poco más de 5 horas y media, gracias a la amable ayuda de los diversos individuos que nos recogieron, casi sin tener que esperar entre uno y otro.

Pretendíamos coger un ferry de los lentos, que echan 8 horas en llegar pero nos venía perfectamente para pasar la noche navegando y llegar por la mañana. Nuestro gozo en un pozo cuando nos enteramos de que no había servicio nocturno por ser fin de semana.

Tras sacudirnos un poco la bajona, decidimos hospedarnos en el mismo puerto de Taşucu (/tachuyu/, /c/ es /y/ en turco), tras echarnos unas risas regateando el precio del hostal con un hombre. Pero no me quiero enrollar más que queda mucho y todavía estamos en tierras turcas.

Día 2: Taşucu – Nicosia – Larnaca

Sábado. Cogemos el barco de mediodía. Tarda unas 3 horas, que paso entre visitar la cubierta exterior de popa y la cabina de pasajeros, entretenido con la película que estaban echando, claramente la versión turca de Días de fútbol. Resulta bonito ver cómo nos alejamos de la costa turca hacia mar abierto y, al ratito, a la izquierda aparece el horizonte de la manga noreste de Chipre.


Atracamos en tierra chipriota (Girne). Control minucioso de pasaportes y ya estoy en otro país. O no. Resulta que Chipre se encuentra dividido en dos partes desde 1974, año en que los turcos se hicieron con la zona norte, tras entrar en guerra con Grecia, país al que pertenece la región sur. En los mapas que he visto, los griegos utilizan la expresión “zona ocupada por Turquía desde 1974” para referirse a ese sector del norte. Cada uno interpreta las cosas a su manera, evidentemente.


Cierto es que sólo Turquía reconoce la llamada República turca del Norte de Chipre, pero si nadie les presiona para renunciar a esa autoproclamación será que tienen algún tipo de acuerdo con la comunidad internacional que equilibra los intereses. El gas, por ejemplo. Me contaron que en su día descubrieron enormes gaseoductos en la isla, suficientes para abastecer a toda Europa durante unos cuantos años. Y que Israel y, cómo no, Estados Unidos, están metidos en el negocio. El caso es que el presidente turco actual, Erdogan, no está tan ligado a los yankis como sus antecesores, pero no conozco más datos al respecto. Lo que son seguras son las malas relaciones entre turcos y griegos, al menos en este contexto.

El sábado pretendíamos dormir en algún lugar de la zona griega. Para pasar al otro lado tuvimos que ir a la capital, Nicosia, y buscar algún punto para cruzar la frontera. En unos pasos, cambio de moneda (de lira turca a euro), de idioma (de turco a griego), de bandera y de continente.

En lo de la bandera se nota la confrontación sociopolítica del asunto: la de la República turca de Chipre es similar a la de Turquía con los colores invertidos, mientras que la de la parte griega no tiene ninguna reminiscencia de la de Grecia, y la suelen mostrar junto a la de la Unión Europea, de la que Chipre es miembro.

Aunque la isla ha estado habitada por varias civilizaciones antes (venecianos, franceses...), se nota la influencia británica (finales del s.XIX, principios del s.XX) sobre todo en que conducen por la izquierda, con el volante en la derecha, y tienen los enchufes de tres clavijas.

El caso es que nada más llegar me llamó la atención el ambiente tan occidental que hay en la isla, tanto en la parte turca como en la griega, según descubriría luego. Occidental en el peor sentido, de capitalismo aberrante, lujo, consumismo, todo el mundo en cochazos, precios caros, turismo masivo y hortera… Es curioso cómo cambia el rollo, cómo volví al otro mundo en un momento, en unos kilómetros. Eché de menos Turquía en cuanto vi el panorama y la actitud de la gente, muy deshumanizada. A todos lados en autobús. Intentas que te cojan haciendo autostop y ni te miran o aceleran aún más (como en España, pa qué lo vamos a negar).

Ya caminando por el lado griego de Nicosia se nos hizo tarde para alcanzar a coger el último autobús para ningún sitio. Otra vez por culpa de la reducción de los servicios de transporte el fin de semana. Al final nos las apañamos bien, gracias a la amabilidad de un contacto que teníamos en Larnaca, ciudad costera. El hombre nos esperaba el lunes, a tres personas, y nos encajamos cuatro y tres días antes. Íbamos a ser las dos lituanas (Greta y Milda) y yo pero al final se vino uno de los checos, Slavek. Presentados quedan pues mis compañeros de viaje.

En el puerto de Girne, tras llegar a Chipre
Aparte de hitchiking (sinónimo de autostop), el otro término viajero que he conocido hasta ahora es couchsurfing, un sistema para ofrecer y solicitar hospedaje (gratuito), en casa de buenos chaveas alrededor de todo el mundo. Me registré estando en Chipre y voy a utilizarlo más a partir de ahora, a raíz de esta buena experiencia.

Como último apunte del segundo día, fui charlando de fútbol con el taxista que nos llevó a casa de Nicolas, el ‘couchsurfer’, y me enteré de que el Appoel de Nicosia está en Champions y va estupendo: primero de grupo, por delante del Oporto, con quien empató el martes. Pasamos por el lado del estadio durante un partido de liga, por cierto. La primera división chipriota tiene 14 equipos y es bastante seguida en el país, con su carrusel deportivo radiofónico y todo.

Día 3: Agia Napa

La playa donde estuvimos, cerca de Agia Napa
50 horas tardé en llegar a algún lugar agradable en el que poder relajarme. Dos días de viaje un poco desalentadores por aquel entonces, tanto por los contratiempos varios como por la falta de feeling con mis “poco animados” compañeros y el panorama turístico de la isla. Larnaca me pareció una versión de Valdelagrana.

Sin embargo, el domingo encontramos ya algo de luz. Nicolas nos recomendó unas cuevas en la costa, cerca de Agia Napa. No las encontramos pero después de andar bajo el Sol un buen rato dimos con una playa estupenda, libre de la devastación de la ciudad, aunque con su macro hotel arriba del acantilado. Puedo decir que es el agua más clara que he visto en mi vida (más que en Varadero), quizá comparable a Zahara de los Atunes, pero menos fresquita.

Por la noche estuve hablando con la madre de Nicolas, una señora mayor que me confirmó el rencor y la apatía que se tienen con los turcos y me contó interesantes puntos de vista sobre “las cosas en el mundo”, hasta que me dijo que sólo Dios puede salvarnos y me vi obligado a hacerme el loco.


Esa misma noche, la segunda y última en Larnaca y con esa familia, conocimos a Eva, una chavala alemana que está con una beca de voluntariado en Palestina y que contactó también con Nicolas para hospedarse en Chipre. Me dijo que no ha tenido ningún problema desde que llegó, que la gente es muy amable. Desmontando mitos de occidente. Algo parecido a lo que me está pasando a mí en Turquía, aunque seguramente ella en una zona de mayor riesgo.

Día 4: Pafos

Nicolas y Eva
El lunes por la mañana nos despedimos de Eva y de Nicolas, muy agradecidos por su hospitalidad, y cogimos un bus para Limassol, otra ciudad costera prototípica de la parte griega, con una primera línea de playa lujosa y turística, dándole la espalda a la parte antigua y gris. Allí establecí mi “campamento base” para las tres noches restantes, pero afortunadamente me moví todo lo que pude. Ese mismo día, nada más llegar, me hice con los horarios de los autobuses e improvisamos tirar para Pafos, aun más al suroeste. Otra población del estilo que os digo.  Con cuatro horas para cogerle el rollo a moverse por la ciudad, visitar lo que fuera y volver, no salió mal, pudimos ver dos de las tres cosas que consideramos interesantes: el castillo del puerto, creado por los bizantinos y usado como defensa portuaria por las múltiples civilizaciones que pasaron por allí a lo largo de la Historia...


 ...y las Tumbas del Rey, una necrópolis del siglo IV a.C. verdaderamente impactante y digna de ver.


Nos faltó ir a una zona de restos romanos llena de mosaicos, al borde del mar, que por lo visto es muy interesante. Pero nos cayó una tormenta ‘tropical’, de estas que descargan en cinco minutos, que nos recomendó renunciar y volvernos para poder coger a tiempo el autobús de vuelta.

Día 5: Troodos

El martes tuve una gratísima compensación al aturdimiento del turismo costero. Visitamos el núcleo de la extensa zona montañosa ubicada en el centro-oeste de la isla: Troodos. En poco menos de dos horas el autobús nos subió hasta casi 1700 metros, aún pudiendo ver la costa de Limassol en el horizonte desde algunas zonas del camino. Pura naturaleza: selva, bosques, cascadas… para demostrarnos la riqueza que encierra la isla.

Como anécdota, quería comentaros que el chófer del autobús enloqueció y nos dejó tirados a todos. Hizo la parada de rigor en Platres, muy cerca ya de Troodos, donde estaba previsto que nos tomáramos 10 minutos para visitar el punto de información, tomarnos el bocadillo… y se fue sin avisar. Todo el mundo relajado, a su bola, y de repente vemos al chófer doblando la esquina carretera arriba, con un solo pasajero según fuentes israelíes (una familia muy simpática que conocí).


Día 6: Kourion


Me enorgullece que llegara al último día sin ningún tic nervioso, después de ser el decisor de todas y cada una de las cosas que hicimos. Ir con gente tan alelá me ha servido para desenvolverme mejor y que se hiciera lo que yo decía, sin caer en la tiranía sino como líder que busca el bien común.

Con eso y con la agradable sensación de haber aprovechado la visita, el último día debía ser algo relajado. Nos quedamos con las ganas de alquilar una bici y dar un vueltaso, pero por una cosa u otra no pudo ser, así que preguntamos por una zona de playa cercana fuera de la ciudad y tiramos pallá.

Encima descubrimos, de suerte, que cerca había unas ruinas romanas de las que me habían hablado, de entre los siglos V y II a.C., con el teatro antiguo más grande de la isla: Kourion.

El día se alargó inevitablemente, porque teníamos pensado salir de marcha y empalmar la noche con el día para tirar temprano hacia Nicosia para coger el vuelo de regreso. Efectivamente, salimos, aunque sin mucho éxito, porque el pub en cuestión carecía de ambiente, al menos ese miércoles. Y aunque no durmiera apenas, la historia del regreso forma ya parte del día 7.


Día 7: Regreso a Gaziantep

Bandera turco-chipriota en la montaña (Nicosia)
La vuelta fue un poco la muerte a pellizcos por el cansancio, pero eso sólo importa en el momento, ¿cierto? Como digo, cogimos un vuelo en Nicosia, la capital, que no parece ser digna de más de un día de visita. Yo la he visto dos ratitos, de paso, para cruzar la frontera.

La compañía del avión es Pegasus, una low cost turca cojonuda que tiene un montón de vuelos nacionales. Es relevante para cuando me visitéis, si pasáis por Estambul, ya que hay 3 ó 4 vuelos diarios a Gaziantep. El vuelo fue milagroso: poco más de media hora. El problema es que volamos a Adana, a 200 km y pico de G'Antep, y se hizo tortuoso esperar al autobús que nos llevaría de vuelta a casa.

Ahora viene el apunte etílico de rigor que le gusta a mi padre. Pude comprar dos botellas de ron (Capitan Morgan y Bacardi Black, no había más) en el duty free a precio español, que es gloria respecto al turco. Pero tranquilo, Jozeluí, que no me lo voy a beber to esta noche.

Sé que es un comentario absurdo, pero quería hacer mención especial a mi compañero Slavek, el checo, que ha pasado a tener un hueco en mi corazón tras no cambiarse de camiseta en la semana entera.

Es jodido quedarme a la vez con la sensación de que me enrollo y de que se me escapan detalles relevantes que contar. Será que ha sido interesante la experiencia de Chipre, como toda esta del Erasmus en general. Hoy me siento afortunado. Todos los días, en verdad, pero hoy estoy reparando especialmente en ello. Pronto contaré más cosas pues :)

¡Me voy a Chipre!

Buenas! Aprovecho que tengo una conexión decente en este instante para subir el post atrasado, que ya era hora, y comentaros que me voy a Chipre unos días, pa estrenar la beca, que me llegó ayer :-D He quedado en media hora, así que no me enrollo nada.

Sólo comentar que vamos en un ferry nocturno, que se coge en Taşucu, una población a algo menos de 400 km. al oeste de Gaziantep (Autostop style), al lado de Silifke. Echa sus 8 horas en llegar, toda la noche. No sabemos cuántos días estaremos. A la vuelta os cuento!


Parranda en Iskenderun y resaca en Antakya

Sería injusto si no enfocara este último fin de semana como un morao constante y sus consecuencias, pero no puedo evitar contarlo cronológicamente. Tiramos para Iskenderun el viernes a mediodía, de nuevo en autostop y esta vez un grupo mucho mayor. Aun así, todo salió estupendo. En parte porque la conexión con el destino era mucho mejor, por autovía, y en parte porque no quise volver a pintarla. Me preparé e imprimí varios mapas y rótulos con lugares de paso y los destinos tanto de la ida como de la vuelta.

Al final se apuntaron casi todos los polacos (las polacas, debería decir: 1 tío y 5 tías), las 2 lituanas, Aslı y mi colega Idriş representando a Turquía, y Miguel, Laura y yo. Nos dividimos en 3 grupos, con un individuo masculino por cada uno para evitar conductores excesivamente curiosos con la diferencia étnica de las féminas.

Es curioso que los propios turcos que nos acogen nos dicen que es peligroso hacer autostop, cuando todos han sido simpáticos y amables hasta ahora. Por mencionar algo, el viernes unos se pararon a comprarnos agua y unas barritas hechas de pistacho, el fruto más típico de esta zona, y de Gaziantep en concreto.

Llegamos a tiempo de zamparnos un döner mientras anochecía e instalarnos en el piso de Aslı, una chavala turca que estudia allí y nos dio la gloria tanto hospedándonos como procurándonos la fiesta. Estuvo muy bien, combinando la música de pachangueo que se escucha en España con algunos temas turcos que nos descolocaron un poco. Me pegué un baño nocturno en el mar, en una zona privada del hotel donde estaba aquello.

A partir de la tarde-noche del viernes es cuándo se puede resumir todo como un morao constante, bebiendo cerveza sin parar con mi colega el polaco, que es todo un personaje como podéis ver en este video.

El sábado tiramos para la playa, a este lado del Mediterráneo. Iskenderun es una población costera, pero se ve que no tiene sitios para bañarse en la propia ciudad, así que fuimos todos en una furgoneta con un tío que negoció llevarnos. Me decepcionó un poco esta esquina del Mediterráneo, porque la arena estaba bastante sucia y el agua alborotada y llena de rocas. Da igual, había Efes Pilsen (cerveza es bira en turco, fácil). Por la noche, más cerveza y vodka, que es el “licor” que más bebe tanto la gente de aquí como en Europa del este, según ha quedado confirmado con nuestros colegas.

El domingo se me explotó un poco la pompa de los dos días anteriores. Me llegó el castigo de la resaca y el cansancio. Tras dormir en el suelo, nos levantamos pronto para ir a ver Antakya (Antioquia en español), la ciudad más al sur del país. Con la frontera con Siria muy cerca, pude notar una influencia árabe mayor que en Gaziantep. Más mujeres con velo, rótulos en escritura árabe, y un ambiente más tranquilo y pueblerino. También es normal que nos miraran, yendo con polacos y lituanas, rubios y blanquitos.

Lo más destacable que vimos allí fue una capilla llamada gruta de San Pedro, que dicen que puede ser la más antigua de la historia del cristianismo (s. I), con un supuesto pasadizo que pudieron utilizar los cristianos para esconderse, de los árabes supongo.

Teníamos que volver la misma tarde del domingo, pero se nos terminó cayendo encima la noche y no tuvimos éxito esta vez con el autostop. Al final cogimos un autobús, que echó sus cuatro horas en llegar a Gaziantep, de nuevo en un domingo de cansancio máximo.

En definitiva, me quedo con el ‘karma inducido’ de viernes y sábado gracias al cerveceo ininterrumpido, con el rato de playa y, en general,  con la suerte que tengo de estar viviendo esta experiencia renovadora, precisamente por ser nuevo y diferente casi todo lo que me rodea.